El oso pardo siempre ha sido de los animales más presentes en el imaginario colectivo de la sociedad española, fascinada por la majestuosidad de un animal que vive principalmente en la cordillera cantábrica, al norte del país. En los años 90, el oso pardo español corrió serio peligro de desaparición: la endogamia y la caza dejaron el número de ejemplares en menos de 90, un peligro para una raza tan emblemática.
En la actualidad, las políticas de recuperación y el esfuerzo de todas las partes implicadas en la conservación de esta especie han conseguido que la situación del oso pardo mejore notablemente, aunque a día de hoy aún siga enfrentando varios desafíos.
Los fondos europeos y las políticas públicas que financiaron el censo de la población de osos, su cuidado y las medidas para su protección son las grandes responsables del resurgimiento del oso pardo. Sin embargo, las muertes causadas por la caza, causa central del declive del oso en el siglo XX, siguen siendo una gran amenaza.
La repoblación del oso pardo ha tenido un fuerte impacto económico en la cordillera cantábrica, una zona casi despoblada, que ahora atrae a centenares de turistas que quieren verlo de cerca. La presencia del oso genera además unos ingresos de 20 millones de euros y 350 puestos de trabajo. Las asociaciones animalistas y consejos vecinales han pedido a las administraciones que tomen medidas que aseguren la supervivencia y expansión del oso cantábrico.
El llamado turismo de oso pardo ya ha creado 90 negocios, 1.500 plazas hoteleras y 20 restaurantes que vertebran la vida de la región orgullosa de ver cómo el oso pardo vuelve a ser el rey de la montaña española.

El oso pardo siempre ha sido de los animales más presentes en el imaginario colectivo de la sociedad española, fascinada por la majestuosidad de un animal que vive principalmente en la cordillera cantábrica, al norte del país.