‍Este pudo ser el llanto de decenas, cientos o miles de personas luego del terremoto que azotara al sur y centro de México. El movimiento dejó a dos personas fallecidas en el estado de Guerrero. Una de ellas tenía 75 años, en medio de la confusión, intentó correr a un sitio seguro, pero esta vez no pudo escapar de la muerte. Un muro de bloques de barro se vino abajo y la sepultó. 

La casa de la hija de Marina Reyes Valeriano quedó inhabitable. Varias paredes se vinieron abajo, derrumbes marcaban la fuerza de la tierra a lo largo de la carretera que nos llevaba hacia Las Tortolitas. Habitantes del sector cerraron las vías pidiendo atención gubernamental. Las casas que quedaron en pie prefieren no habitarlas. Sus nuevos hogares están en las calles y jardines. 

La presidencia municipal de Acapulco exige que se declare el estado de emergencia por desastre natural y así agilizar recursos económicos para la pronta atención de damnificados. 

Varios poblados continúan sin el servicio eléctrico. Se estima que más de 1.800.000 personas se quedaron sin electricidad y al menos 80 mil edificaciones afectadas en todo el estado.

Solo el nueve por ciento de los hoteles de Acapulco está ocupado. Varios tuvieron que ser desalojados después del sismo y se encuentran en inspección.

Fachadas destruidas, pasillos con paredes y pisos agrietados. Los escombros muestran la intensidad de un nuevo golpe al estado de Guerrero. Primero fue la inseguridad, después la pandemia y ahora el terremoto.

El miedo entre los habitantes y turistas que siguen en Acapulco no termina. Hasta las once de la mañana del jueves nueve de septiembre, se contabilizaban 410 réplicas.

Terremoto en México de 7,1 en la escala de Richter dejó dos personas muertas