Los pájaros cansados retornan al bosque cuando se acerca el atardecer, cuando las nubes vuelven a flotar en las montañas y el cielo se despeja. La paz es como el oxígeno, las personas nacidas en una tierra pacífica no reparan en lo importante que es. Pero cuando han sufrido en carne propia la amargura de la guerra, se sienten felices por la paz.
¿Quién puede afirmar que las alegrías y las penas de la gente no se comparten? Poemas y canciones que se erigen entre las cenizas y la humareda de la guerra son la banda sonora de nuestro destino compartido.