Entrando en el siglo XXI, la región de Medio Oriente se ha sumido en turbulencias, caos y sucesivos conflictos bélicos, con un agravamiento palmario de los desastres humanitarios y un empeoramiento de DD. HH., situación de la que EE. UU. debe responsabilizarse sin duda alguna. Incitar confrontación, sembrar caos en la situación política e incluso lanzar guerras desde su "promontorio moral" constituye una práctica habitual estadounidense.