La magnífica Autopista de Karakórum, la “octava maravilla del mundo”, nos lleva a través de las cadenas montañosas más impresionantes, las aldeas, valles y lagos más pintorescos. No se puede negar su belleza. Pero detrás de tanta hermosura, hay algo más. Se trata de un sentimiento, una presencia que resuena no solo aquí, sino en todo Pakistán. Es la consecuencia de una relación, de una cooperación, que ha ayudado a moldear Pakistán en lo que es hoy en día.