Durante la dinastía Ming, la cultura del té floreció y alcanzó nuevos niveles de sutileza y refinamiento en China. La preparación se simplificó en comparación con los métodos más elaborados de las dinastías Tang y Song, pero sin perder la elegancia.

El proceso se simplificó con el objetivo de destacar el sabor puro del propio té. El agua se hervía en una tetera al fuego, las hojas sueltas se remojaban en teteras de arcilla o porcelana y el aroma se apreciaba mejor en pequeñas tazas diseñadas para concentrar la fragancia.
Este método realzaba la esencia natural de las hojas de té. Hoy en día, las prácticas de esta época siguen siendo una parte fundamental de la cultura del té de China, lo que demuestra la influencia duradera de la dinastía Ming en la forma de disfrutar del té.