Los primeros objetos de vidrio del mundo surgieron en la Mesopotamia asiática hace unos 4.000 años. En China, las piezas más antiguas datan aproximadamente de la dinastía Zhou del Oeste. Con la apertura de la Ruta de la Seda, la producción vidriera local incorporó influencias extranjeras, diversificando sus formas y colores. Durante las dinastías Sui y Tang, esta artesanía alcanzó un nuevo grado de desarrollo.
En la actualidad, los artesanos chinos trabajan el vidrio aprovechando su capacidad para fundirse y moldearse al calor. Con varillas de distintos colores, aplican técnicas como el calentamiento, modelado y ensamblaje para producir objetos de formas variadas. Sus piezas combinan técnica y sentido estético, manteniendo viva una tradición que sigue transformándose.