¿Te imaginas conducir por una carretera excavada a mano en el corazón de un acantilado, donde cada ventana tallada en la roca parece un cuadro natural? Así es la carretera de Guoliang, una asombrosa vía suspendida en las montañas Taihang, en la provincia china de Henan.

Hace décadas, este pueblo remoto estaba casi aislado del mundo exterior. Sus habitantes solo podían bajar la montaña por una peligrosa “escalera celestial” con 720 escalones tallados en el barranco, un camino de apenas unos centímetros de ancho. Transportar provisiones o acudir al médico era una odisea de vida o muerte.

Pero en 1972, trece denodados aldeanos le dijeron basta a la soledad. Armados solo con martillos y cinceles, y atados con cuerdas sobre el vacío, comenzaron a perforar la montaña. Tras cinco años de esfuerzo y 30.000 metros cúbicos de roca removidos, nació un corredor de 1.250 metros, con más de 30 ventanas que iluminan y ventilan el túnel: la carretera Guoliang, suspendida a 1.700 metros sobre el nivel del mar.

Hoy, este milagro humano es mucho más que una vía vehicular: es una obra de arte natural, un destino turístico de fama mundial y escenario de numerosas películas y fotografías. Lo que una vez fue un camino de supervivencia, hoy conecta al mundo con la belleza y el espíritu indomable de Guoliang.
