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Reunión de ministros de Exteriores del G7 expone la falta de liderazgo de EE. UU.
CGTN

Nota del editor: Tom Fowdy es un político británico y analista de relaciones internacionales graduado de las universidades de Durham y Oxford. Escribe sobre temas pertinentes a China, la República Popular Democrática de Corea, Inglaterra y Estados Unidos. Este artículo refleja la opinión del autor y no necesariamente la línea editorial de CGTN.

Como informaron el periódico alemán Der Spiegel y el Washington Post, la reunión de ministros de Exteriores del G7 llevada a cabo el miércoles, en la que participaron Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Japón, no emitió un comunicado conjunto al final del encuentro, debido a que el secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, insistió en que la COVID-19 fuera formalmente descrita como el "virus de Wuhan".

Durante la reunión realizada mediante videoconferencia a causa de la pandemia, los homólogos de Pompeo se negaron a apoyar el término peyorativo que ha sido usado por la administración estadounidense y otras administraciones para realizar ataques públicos y humillar a Beijing utilizando al virus.

A pesar de la falta de consenso sobre la denominación, Pompeo salió de la reunión afirmando unilateralmente que el grupo discutió la "desinformación china".

Pompeo rara vez pierde una oportunidad de difamar a China públicamente en el escenario internacional, usualmente excediendo a la razón. Sin embargo, este movimiento no es inteligente ni beneficioso para nadie. Representantes de otros países vieron la reunión como una oportunidad de reafirmar la urgente solidaridad y cooperación internacional para combatir la COVID-19.

Por otro lado, como muestran las noticias, Pompeo literalmente asistió a la conferencia con el único propósito de apropiarse de ella para atacar a China. De esta forma, el secretario de Estado ha ilustrado la decadencia del liderazgo estadounidense y ha rechazado a sus aliados más cercanos en un intento por marcar un punto unilateral contra Beijing en el momento en que más los necesitaba. Esta es una gran vergüenza para Washington.

Socavar a los aliados estadounidenses para conseguir los propios objetivos es un tema recurrente en la administración Trump, que se origina de la creencia de la Casa Blanca de que la hegemonía de EE. UU. se debe volver a imponer por la fuerza y que el orden internacional multilateral no favorece los intereses geopolíticos de Estados Unidos. Estados Unidos primero es, de hecho, todos los otros al último.

La administración ha demostrado ser un socio poco confiable de manera persistente, amenazando, imponiendo tarifas y coaccionando aliados si estos cruzan las líneas rojas de Washington.

Esta filosofía ha causado un marcado deterioro en relaciones trasatlánticas de larga data, con grandes diferencias emergiendo entre Estados Unidos y Alemania, el Reino Unido y otros países de Europa.

Estados Unidos ha presionado constantemente a países europeos para que sigan su ejemplo y adopten una agenda anti-China en línea con sus intereses unilaterales, y se ha frustrado cuando estas naciones no lo han hecho.

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Esto ha incluido la campaña contra Huawei, la que causó una importante controversia en su denominada "relación especial" con Gran Bretaña, tras la cual Boris Johnson rechazó la agresiva presión estadounidense para inhabilitar a la empresa. Italia también se vio sometida a punzantes críticas de parte de EE. UU. cuando firmó el acuerdo para la Franja y la Ruta hace un año.

No es de sorprender que estas diferencias se manifestaran en la reunión de ministros de Exteriores del G7 cuando la administración Trump intentó en reiteradas ocasiones apropiarse de la ocasión para impulsar agendas anti-China, a menudo con éxito limitado.

En esta ocasión, Mike Pompeo procuró usar la reunión para impulsar una narrativa que cubría todos los aspectos para acusar a Beijing de la pandemia mundial de COVID-19, un tema con respecto al cual el Departamento de Estado aún se muestra agresivo. Sin embargo, esto parece haber resultado contraproducente. Otros países asistieron a la reunión no para desahogarse contra Beijing, sino que para discutir la urgente necesidad de cooperación internacional y un plan para combatir al virus.

Como se expresó en varios periódicos, Mike Pompeo, obsesionado con el unilateralismo y la competición geopolítica estadounidense, literalmente intentó mantener el virus fuera de la agenda al tiempo que lo describía como el "virus de Wuhan", concentrándose exclusivamente en China. No es sorpresa que los otros países estuvieran en desacuerdo, la obsesión de Pompeo con atacar a China literalmente reemplazó la urgencia por ayudar a sus aliados en necesidad, y por conseguir solidaridad internacional.

¿Qué mensaje envía? Esto muestra a los otros seis países que la administración Trump es egocéntrica, inmadura, de mentalidad unilateral y poco confiable. Mientras la crisis prosigue, Estados Unidos se ha retirado efectivamente del liderazgo internacional en el combate del virus y ha demostrado que no ofrece nada más al mundo que un juego mezquino en que culpa a otros. Incluso luego de los ataques, China está dispuesta a ayudar y enviar suministros a países afectados, así como a coordinar una respuesta multilateral apropiada. Pompeo se retiró de la reunión sin un comunicado y sin ninguna credibilidad.