En la actualidad, tanto la investigación y el desarrollo como el suministro de vacunas contra la COVID-19 han logrado avances positivos, y un gran número de países han aprobado planes de vacunación a gran escala. Sin embargo, resulta preocupante que a algunos políticos de los países occidentales no les importe en absoluto la equidad de la distribución de las vacunas. Ante la presión de la ineficaz prevención y control de su país contra el nuevo coronavirus, toman las vacunas como salvavidas, estimulando el continuo aumento del "egoísmo de las vacunas", y causando un grave impacto en la situación general de solidaridad mundial en la lucha contra la epidemia.
Un artículo publicado recientemente por NBC cuyo título reza: "Las vacunas COVID-19 están siendo acaparadas por los países ricos, los pobres se están quedando sin ellas", reveló que una vez que la vacuna relevante sea aprobada por las agencias reguladoras, el número de vacunas en países desarrollados como Estados Unidos, Canadá y Reino Unido superará la población total de estos países.
Entonces, ¿qué tan profunda es la "brecha" mundial de las vacunas en este momento? Algunos datos revelan la realidad fría y cruel.
Por un lado, aunque los países de altos ingresos representan solo el 14 % de la población total del mundo, ya han comprado más de la mitad de las vacunas contra la COVID-19 del mundo. Entre ellos, el número de vacunas acumuladas por Canadá es cinco veces mayor que la población de su país.
Por otro lado, en 67 países de ingresos bajos y medianos, incluidos Kenia, Myanmar y Nigeria, en promedio, se espera que solo 1 de cada 10 personas "se vacune antes del final del próximo año".
A medida que la COVID-19 se propaga por todo el mundo, el acaparamiento de vacunas por parte de los países desarrollados es un acto injusto que socava la solidaridad mundial en la lucha contra la epidemia. No solo viola las obligaciones internacionales de derechos humanos que deben asumir los países desarrollados, sino que también expone el egoísmo profundamente arraigado de algunos políticos occidentales y la miopía estratégica para reducir las responsabilidades para la ineficaz prevención epidémica.
Como país a la vanguardia de la investigación y el desarrollo de vacunas, China ha trabajado arduamente para promover la distribución justa de las vacunas a nivel mundial. Desde la promesa de que la vacuna china de COVID-19 será un producto público mundial, hasta el anuncio de unirse al "Plan de implementación de la vacuna contra la neumonía del nuevo coronavirus", hasta el suministro de vacunas a Brasil, Indonesia, Egipto y otros países, China ha estado trabajando constantemente para lograr la accesibilidad y disponibilidad de las vacunas en los países en desarrollo.
Sin embargo, así como la respuesta al calentamiento global no puede ser realizada por países individuales por sí solos, la lucha mundial contra la epidemia también requiere la cooperación de todas las partes. En particular, los países desarrollados deben tener una visión transfronteriza y asumir su debida responsabilidad moral.
"Nuestra capacidad para hacer frente a esta enfermedad dependerá del sistema médico más débil del mundo", tal y como advierte el consejo del Director General de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, que advierte a la comunidad internacional de que no se debe permitir que el "egoísmo de las vacunas" se convierta en un obstáculo en la lucha mundial contra la epidemia.