(Fuente: AFP)
Lo que salva también puede matar. Los cubrebocas se han convertido en un elemento básico de protección durante la pandemia de coronavirus. Pero también generan basura, aumentando la contaminación marina y amenazando la vida animal.
En Brasil, por ejemplo, ambientalistas encontraron una mascarilla dentro del estómago de un pingüino arrastrado por el mar hasta la playa.
Los cubrebocas desechables pueden tardar cientos de años en descomponerse. Y además de contaminar, pueden convertirse en una trampa para los animales.
Según la ONG OceansAsia, más de 1.500 millones de mascarillas terminaron en los océanos en 2020, lo que representa unas 6.200 toneladas de contaminación plástica marina. Cuando estos plásticos ingresan a la cadena alimenticia, impactan en ecosistemas enteros. Los activistas piden optar por tapabocas reutilizables y en caso contrario, cortar las bandas elásticas al desecharlos.

Los cubrebocas desechables pueden tardar cientos de años en descomponerse.