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Si los tesoros nacionales pudiesen hablar: Apsaras
CGTN en Español
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05:01

‍Flotando, flotando, bajo el cielo azul, bajo una lluvia de llamativas flores, salpicando ondas de colores. Vamos subiendo, ascendiendo, bailando.

Nací en la cuenca del río Ganges, donde los vientos cálidos del monzón y las fértiles tierras me dieron un cuerpo sano y fuerte. Disfrutamos de la alegría de estar juntos en parejas, alrededor de las deidades y de Buda. Entre aromas y fragancias suena la música. Podemos cantar, podemos bailar.

Aprovechando el monzón, floté hacia el cielo del norte, ancho y sin límites. Me encontré con un ángel alado, viajamos juntos al este; me encontré con un hada que quería volar hacia el oeste y conseguí la infusión espiritual de Oriente.

Volando sobre la meseta y el desierto, finalmente nos encontramos con un acantilado mágico y flotamos hacia el mundo budista en las grutas. Incontables "yo" por fin se juntaron hasta convertirse en "nosotros". Las grutas recibieron el nombre de Mogao. Hemos estado allí desde el comienzo, en ese mundo de felicidad eterna, esparciendo flores para las ofrendas y bailando con alegría.

‍Flotando, flotando, bajo el cielo azul, bajo una lluvia de llamativas flores, salpicando ondas de colores. Vamos subiendo, ascendiendo, bailando.

El artista utilizó la técnica del difuminado para representarnos. El moño y la corona en la cabeza son recuerdos de nuestra tierra natal junto al Ganges. Con la postura en forma de "U" tratamos de escapar de los grilletes de la gravedad, y nuestro cuerpo semidesnudo es sólido y rotundo. Rodeados de flores, los cuerpos y las cintas ejecutan un juego en el vacío.

Transcurrieron más de cien años. Los camellos de las Regiones Occidentales llevaron las llamas ascendentes, puras e intensas, convertidas en soplos ilusorios que se encontraron con los espíritus de la llanura Central, reflejando nuestra vestimentas, que semejan colinas ondulantes. Nuestras figuras danzantes parecen cada vez más delicadas.

Bailamos sin parar, bailamos en la dinastía Sui, un imperio próspero pero efímero. Poco más de tres décadas atrás, más de 70 grutas recién excavadas en los acantilados dejaron al descubierto las ondas de nuestro baile.

A veces somos variedad de melodías, siguiendo la dirección de las llamas, agitando las nubes que fluyen. A veces, somos los guías del cielo, instigando al viento galopante, que cae en cascadas de colores. Luego, volamos hacia el azul claro, un azul que tal vez proviene de la azurita de las minas de cobre azul de Hexi, pero también de la libertad infinita que agita nuestra dicha y nuestros juegos.

Caminamos graciosamente entre flores, árboles, pabellones y quioscos. No hacen falta nubes, viento, fuego ni alas, basta con fundir líneas y espacios para proyectar la apariencia de nuestro vuelo. Más de 1.650 años, más de 270 cuevas, más de 4.500 imágenes, decenas de miles de diferentes tipos de danzas y melodías celestiales. 

Cabalgamos sobre el viento y la nube de los tiempos para interpretar la grandeza con sutileza, cantando y bailando. Nuestra gracia y belleza son vida. Y donde volamos livianos, es el cielo.