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No necesitamos más cumbres innecesarias del G7
CGTN en Español

La última Cumbre del G7 fue un malgasto de recursos. Si tenía que celebrarse, tendría que haber sido en línea, lo que habría ahorrado tiempo, costos logísticos y emisiones de carbono por parte de aviones. Pero, más importante aún, las cumbres del G7 son un anacronismo.

No hubo absolutamente ningún resultado de la Cumbre del G7 que no pudiera haberse logrado de manera más barata, fácil y rutinaria a través de Zoom. Las reuniones internacionales en línea de políticos, miembros parlamentarios, científicos y activistas son importantes ya que normalizan las discusiones en el plano internacional.

Pero, ¿cuál es la razón de que esas discusiones ocurran al interior del G7, que se ha visto sustituido por el Grupo de los 20? Cuando los países del G7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos) comenzaron a celebrar cumbres anuales en la década de 1970, aún dominaban la economía mundial. En 1980, constituían el 51 por ciento del PIB mundial (calculado en precios internacionales), mientras que los países en vías de desarrollo en Asia suponían sólo el 8,8 por ciento. En 2021, los países del G7 representaron apenas el 31 por ciento del PIB mundial, mientras que las mismas naciones asiáticas produjeron el 32,9 por ciento.

No hubo absolutamente ningún resultado de la Cumbre del G7 que no pudiera haberse logrado de manera más barata, fácil y rutinaria a través de Zoom.

El G20, incluyendo a China, India, Indonesia y otros grandes países en vías de desarrollo, representa alrededor del 81 por ciento de la producción mundial, y equilibra los intereses de sus economías en vías de desarrollo y de alta renta. No es perfecto, puesto que no incluye a países más pequeños y pobres, además de que debería contemplar a la Unión Africana como miembro, pero por lo menos el G20 ofrece un formato fructífero para la discusión de temas globales que abarcan la mayor parte de la economía mundial.

El G7 es particularmente irrelevante porque sus líderes no cumplen sus promesas. Les gusta plantear declaraciones simbólicas sin resolver problemas. Peor aún: dan la impresión de solucionar problemas globales cuando en realidad sólo dejan que se agraven. La Cumbre de este año no fue distinta.

Ejemplo de ello son las vacunas contra la COVID-19. Los líderes del G7 establecieron el objetivo de vacunar a por lo menos el 60 por ciento de la población mundial. También se comprometieron a compartir 870 millones de dosis directamente a lo largo del próximo año, lo que supondría la inmunización completa de 435 millones de individuos (con dos dosis por persona). Pero el 60 por ciento de la población mundial son 4.700 millones de personas, ese número multiplicado por alrededor de 10.

Los líderes del G7 no ofrecieron ningún plan para materializar su objetivo de cobertura global y, de hecho, no han desarrollado ninguno a pesar de que no sería difícil hacerlo. El cálculo de la producción mensual de cada vacuna contra la COVID-19 es sencillo, y asignar esas dosis de manera justa y eficiente a todos los países es completamente viable.

Una de las razones por las que ese plan no ha sido desarrollado todavía es que el Gobierno estadounidense se niega hasta ahora a conversar con los líderes de Rusia y China para planificar esta asignación global. Otro motivo es que los gobiernos del G7 dejan que los fabricantes de las vacunas negocien de forma privada y secreta, en lugar de como parte de un plan global. Quizás una tercera razón es que el G7 observó los objetivos globales sin estudiar lo suficiente las necesidades de cada país receptor.

Un ejemplo más de las falsas promesas del G7 es el cambio climático. En la última Cumbre, los líderes del G7 ratificaron con toda razón el objetivo de la descarbonización global para 2050 e instaron a los países en vías de desarrollo a hacer lo propio. También reiteraron un compromiso financiero planteado en 2009 que nunca se cumplió: "Reafirmamos la meta colectiva de países desarrollados de movilizar conjuntamente 100.000 millones de dólares al año en recursos públicos y privados hasta 2025".

Los países ricos incumplieron su propio plazo de 2020 para proporcionar el largamente prometido fondo de 100.000 millones de dólares al año, apenas un 0,2 por ciento de su PIB anual. Y esos 100.000 millones en sí mismos son una pequeña fracción de lo que los países en vías de desarrollo necesitan para la descarbonización y la adaptación climática.

La desconexión entre los crecientes objetivos del G7 y sus escasos medios también es patente en el plano educativo. Cientos de millones de niños en países pobres carecen de acceso a la educación primaria y secundaria porque sus gobiernos no cuentan con los medios financieros para proporcionar maestros, salones de clase y suministros.

En 2020, la Unesco estimó que los países de ingresos bajos y medios necesitarían alrededor de 504.000 millones de dólares cada año hasta 2030 para garantizar que todos los niños completen la educación secundaria. Sin embargo, estas naciones apenas cuentan con alrededor de 356.000 millones de sus propios recursos nacionales, lo que representa una brecha financiera de en torno a 148.000 millones al año.

Y aun así, los líderes del G7 proponen "un objetivo de que 40 millones más de niñas tengan acceso a la educación, con al menos 2.750 millones de dólares para la Alianza Mundial para la Educación". Estos no son números serios. Han sido sacados de la nada y dejarían a cientos de millones de niños sin acceso a la escuela. Hay soluciones disponibles a gran escala, entre ellas la movilización de financiación a bajos intereses por parte de bancos multilaterales de desarrollo, pero los líderes del G7 no proponen tales soluciones.

Los problemas mundiales son demasiado urgentes como para dejarlos a meros gestos vacíos y a medidas simbólicas. Si la política fuera simplemente un deporte para espectadores en el que se juzgase qué políticos hacen mejores poses para las cámaras, la Cumbre del G7 quizás tendría un papel que desempeñar. Pero tenemos necesidades globales urgentes que satisfacer.

Mis recomendaciones son: menos reuniones presenciales, más labores serias para vincular medios con fines, más encuentros de rutina a través de Zoom para discutir lo que realmente hay que hacer y una mayor dependencia en el G20 (más la Unión Africana) como el grupo que realmente puede mostrarse a la altura. Necesitamos que Asia, África y América Latina estén en la mesa de negociación para resolver de verdad cualquier problema global.

Jeffrey D. Sachs es catedrático de la Universidad de Columbia, director del Centro para el Desarrollo Sostenible de Columbia y presidente de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.