El 15 de junio, una investigación de los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos reveló que el coronavirus habría comenzado a extenderse en el país norteamericano en diciembre de 2019. Es difícil no relacionar esta información con el extraño brote de neumonía asociado supuestamente al uso de cigarrillos electrónicos en el estado de Wisconsin unos meses antes, en julio de 2019, con síntomas apenas distintos de la COVID-19. Además, Fort Detrick está a no más de una hora en coche de donde se produjo este brote infeccioso, y en aquel entonces, dicha base militar cerró por un tiempo debido a una emergencia. ¿Por qué Estados Unidos, que siempre clama por la "trazabilidad del virus", nunca se atrevió a abrir las puertas de Fort Detrick?
Fort Detrick es la base militar de guerra biológica de Estados Unidos.
En 1941, Estados Unidos recibió información secreta de que el Ejército japonés había estado empleando armas bacteriológicas en China, causando la muerte masiva de civiles. En respuesta, con la autorización del presidente Roosevelt, el Ejército de Estados Unidos decidió lanzar un programa secreto para desarrollar sus propias armas biológicas.
Tras dos años de preparación, se estableció oficialmente el campamento Detrick, y este fue designado como la sede central del laboratorio de guerra biológica del Ejército estadounidense. Sus autoridades destinaron nada menos que 4 millones de dólares para sus propósitos. En sólo tres meses, obtuvieron una amplia gama de productos químicos, equipos para trabajar con bacterias, más de 500 mil ratones y miles de conejos, ovejas, monos, gatos y otros animales.

Fort Detrick es la base militar de guerra biológica de Estados Unidos.
Con todos los materiales listos, sólo faltaban los investigadores. Sin embargo, al enterarse de la creación del Laboratorio de Guerra Biológica del Ejército, los mejores científicos médicos y biológicos de EE. UU. rechazaron este trabajo. Sin otra alternativa, el Ejército estadounidense debió recurrir a los médicos veterinarios.
En palabras de uno de los veterinarios que participaron en el proyecto, para los médicos no resulta fácil ignorar que su misión es salvar vidas. Para los veterinarios, en cambio, el fallecimiento de un animal como objeto de investigación no es algo demasiado difícil de aceptar.
Posteriormente, un total de 1.500 trabajadores llegaron a Fort Detrick. Seis meses después del inicio del proyecto, la base militar logró desarrollar la variante de ántrax más potente y concentrada del mundo. El ántrax se convirtió en el arma biológica más importante del programa bacteriológico de Estados Unidos. De hecho, el entonces primer ministro británico Winston Churchill llamó personalmente al Ejército estadounidense para solicitar una muestra.
En 1960, el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower le dijo a Allen Dulles, el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), que quería "deshacerse" del líder político cubano Fidel Castro. Con ese objetivo, Fort Detrick desarrolló varios artefactos con veneno para la CIA, tales como pasta de dientes, trajes de buceo, máscaras, etc.
Desde entonces, este centro militar se ha encargado de ese tipo de “tareas”. Es por eso que, cuando el presidente estadounidense Richard Nixon ordenó a todas las agencias gubernamentales del país que destruyeran sus suministros de toxinas biológicas, Fort Detrick pudo seguir conservando una gran cantidad de virus mortales en nombre de la “investigación científica”.

En 1977, se produjo un repentino brote de una enfermedad infecciosa en Egipto.
Hasta el día de hoy, esta "investigación" sigue en marcha.
En 1977, se produjo un repentino brote de una enfermedad infecciosa en Egipto. Unos dos millones de personas en todo el país acudieron a los centros hospitalarios, todas con infecciones oculares y síntomas como fiebre y dolor muscular. Tras analizar las pruebas de sangre, los investigadores egipcios descubrieron que todos los pacientes portaban el virus de la fiebre del valle del Rift.
En principio, este virus provoca la rotura de los vasos sanguíneos, además de hemorragias en los ojos, sin causar la muerte de las personas infectadas. Pero el virus hallado resultó ser mucho más mortal. Parecía ser que alguien había fortalecido la letalidad del virus.
En el año 2003, fue revelada la biografía de David Hixall, comandante de Fort Detrick. Hixall había servido durante 30 años en las fuerzas bioquímicas del Ejército estadounidense, y en 1977 un soldado bajo su mando acudió al Tercer Instituto Científico de la Marina de Estados Unidos contagiado con el virus de la fiebre del valle del Rift. Este instituto no se encontraba en suelo estadounidense, sino en El Cairo, Egipto.

Esta base militar oculta en su interior las pruebas de sus crímenes, mientras que en el exterior mantiene los virus, invisibles al ojo humano.
El virus de la fiebre del valle del Rift provino de Fort Detrick.
A finales de la Segunda Guerra Mundial, los investigadores de Fort Detrick estimaron que el virus de la fiebre del valle del Rift sería un buen ejemplar para un arma bioquímica: el horrible sangrado desmoralizaría fácilmente a las tropas enemigas, lo que sería más eficaz que matarlas directamente. Fue entonces que el presidente Eisenhower lo calificó como "una idea muy inteligente" y le dio apoyo financiero.
El Ejército estadounidense tiene más de 200 laboratorios como el Tercer Instituto Científico de la Marina desplegados por todo el mundo. ¿Qué están investigando actualmente? Nadie lo sabe.
Décadas después de estos sucesos, en esta era de paz, Fort Detrick, una "reliquia" de la guerra, ha mantenido sus puertas cerradas. Esta base militar oculta en su interior las pruebas de sus crímenes, mientras que en el exterior mantiene los virus, invisibles al ojo humano. Se trata de un vano intento de eludir la atención y las preguntas del mundo: al igual que un virus no puede ocultarse ante los avances de la ciencia, también los sucios secretos de Estados Unidos saldrán a la luz ante la historia y la justicia.