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"El país terrorista de trazabilidad número 1 del mundo" se mofa de la ciencia y provoca división: la verdad sobre la lucha contra la pandemia de EE. UU. (VIII)
CRI

Recientemente, según revela una fuente cercana a la investigación de trazabilidad de la COVID-19 de Estados Unidos a los medios de comunicación, la supuestamente exhaustiva indagación de la agencia de inteligencia estadounidense aún no ha archivado avances sustanciales. Este informante que ha preferido mantener el anonimato agrega que altos cargos de Washington, sin embargo, consideran que la pesquisa no es el principal propósito, sino que la esencia radica en hacer daño a China en el campo de la diplomacia internacional y colocar a Estados Unidos en una posición ventajosa a la hora de negociar con Beijing cualquier asunto de envergadura.

De ser ciertos estos testimonios, se trataría de un desenmascaramiento del verdadero propósito de la Casa Blanca cuando, en apariencia, se muestra muy interesada en determinar la trazabilidad del nuevo coronavirus para rastrear sus orígenes, pero, verdaderamente, lo que persigue al final es ejercer una burda manipulación política. De esta hipótesis se podría concluir que, comparado con la COVID-19, el virus más mortal es la campaña de falsedades con relación a la trazabilidad que lleva a cabo Washington. No en balde, un informe reciente publicado conjuntamente por tres importantes instituciones académicas de China ha etiquetado a Estados Unidos de "el país terrorista de trazabilidad N. 1 del mundo".

Desde el estallido de la pandemia, algunos sujetos que residen en suelo estadounidense han aprovechado sus púlpitos de cierta relevancia para propagar discursos que promueven una estigmatización y hostigamiento agresivos. Ya en abril pasado, el entonces presidente Donald Trump afirmaba sin fundamentos concretos en una conferencia de prensa que había sido testigo de la supuesta "evidencia de que el virus se originó en el laboratorio de Wuhan". Contrariamente, los funcionarios de su gobierno directamente involucrados en la investigación de trazabilidad han declarado que no hay pruebas sólidas que respalden semejantes afirmaciones. Con la llegada al despacho oval de Joe Biden, la nueva administración no ha hecho más que dar alas a la sarta de intrigas de su predecesor y repetir la absurda versión que inculpa al laboratorio chino para mancillar la imagen de Beijing.

Para lograr este objetivo, Estados Unidos ha intensificado su campaña de presiones para sumar a sus aliados a esta estrategia mediática, se ha valido de artimañas desleales para coaccionar a la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha reprimido a profesionales de la ciencia, manipulado la opinión pública internacional e incluso ha ordenado a sus propias agencias de inteligencia que elaboren las presuntas conclusiones investigativas de trazabilidad en un plazo de 90 días para vociferar deliberadamente luego la "presunción de culpabilidad" de China. Todas estas auténticas acciones de "terrorismo de trazabilidad" violan la más mínima moralidad, se mofan de la opinión de la comunidad científica y causan un gran daño al movimiento de cooperación mundial en la lucha contra la pandemia.

Bajo presión de Estados Unidos, la segunda fase del plan de trazabilidad del virus recién anunciada por la secretaría de la OMS no tiene ningún basamento científico y atenta contra el tan necesario trabajo conjunto entre gobiernos en el presente, todo con marcados fines políticos. Recientemente, más de 70 países han enviado cartas al director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, además de emitir declaraciones y otros comunicados públicos para apoyar los resultados de la investigación de trazabilidad de la primera etapa y oponerse a la politización de este plan de investigación para determinar los orígenes del virus. La comunidad internacional se va percatando de que "el terrorismo de trazabilidad" está causando un gran daño al mundo.

Bajo presión de Estados Unidos, la segunda fase del plan de trazabilidad del virus recién anunciada por la secretaría de la OMS no tiene ningún basamento científico.

La trazabilidad del nuevo coronavirus es un tema puramente científico y no debe ser manipulado con groseros fines políticos, mucho menos provocando divisiones entre la comunidad internacional en momentos en que “unidad” debe ser la palabra y consigna de primer orden. 

Un informe resultado de una encuesta global publicado hace pocos días por el grupo de expertos de CGTN que se subordina al Grupo de Medios de China muestra que hasta el 80 % de los cibernautas opina que la indagación sobre la trazabilidad del nuevo coronavirus se ha politizado; y hasta un 83,1 % de los encuestados apoya a la OMS en su interés por llevar a cabo dicha investigación de trazabilidad en los propios Estados Unidos. Se trata de un punto de vista que va creciendo en su número de adeptos: "El país terrorista de trazabilidad N. 1 del mundo" no debería tratar –ni deliberadamente, ni de ninguna forma- de difamar a China para desviar la atención pública y eludir su responsabilidad por el fracaso en la lucha contra la pandemia dentro de su territorio. La comunidad internacional no solo debe ahora rastrear los orígenes reales de la COVID-19, sino también averiguar la fuente del virus político que promulga un "terrorismo de trazabilidad", de una campaña de desinformación que quedará inscrita en la historia de la humanidad como uno de sus capítulos más sombríos.