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150 ofrendas se levantan en el casco histórico de la Ciudad de México durante la semana del día de muertos
CGTN en Español
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04:57

En México, los vivos se preparan para recibir a sus muertos y pasar una noche con ellos en panteones o altares. Esta tradición, declarada patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Unesco, trae consigo un sinnúmero de rituales previos que abonan el terreno para el encuentro entre el plano terrenal y el más allá durante el primero y dos de noviembre. Nuestro corresponsal en la capital mexicana, Juan Carlos Aguirre nos informa de que no hay pandemia ni problema que pueda impedir que la ancestral reunión pueda darse.

Los huesitos de las calaveras se ven en los atuendos, en las calles, en los altares y sobre el llamado pan de muerto, un nombre contradictorio si tomamos en cuenta que, para el mexicano, el pan es vida.

"El tradicional es de mantequilla con un toque de naranja y esencia de azahar, y lo que lo hace tan típico es que para nosotros representa, con los huesos, queremos representar como la vida y la muerte en la tierra", dijo Elizabeth González, cocinera de pan de muerto.

Y sí, el pan de muerto es un conjunto de huesitos y calaveras sin forma que debe acompañarse con un buen chocolate que devuelve la vida a más de uno. Reboza el sentimiento de patria en cada mordisco para ser estampado en el pecho del mexicano y hasta del extranjero. Aquel platillo les recuerda que México tiene sabor, calor y color. Seguimos caminando y probando. Durante el día de muertos, el color negro, naranja o azul dan pigmentos a una muerte que en México no será del todo oscura; no hay luto que valga cuando se entiende que la muerte solo es un paso a otra dimensión a la que se entra gracias a una luz al final del túnel. Tampoco hay dolor, existe la celebración.

"La verdad, todos tenemos un principio y un final, nadie. Somos eternos y si nos enganchamos en sufrir y en llorar, perjudicamos a los más pequeños y ellos tienen que aprender a sonreír, a ver que la vida es hermosa y que todo es un momento nada más", dijo Araceli Chávez, mexicana.

De un festín, pasamos al festival y del festival al ritual. Esas flores amarillas llamadas cempasúchil representan el sol según las creencias de la antigua Tenochtitlan. Su luz, dice la leyenda, sirve para guiar el camino que todos los muertos deben recorrer para el encuentro con los vivos. El centro de la capital mexicana hoy es amarillo, sus aromas parecieran tener aceites esenciales del cempasúchil.

"Pues es una identidad. Es como si fuera la bandera, es el pan de muerto y un chocolate calentito nos se identifica mucho, nos hace recordar a nuestros antepasados. Es algo muy representativo del momento en que estaban ellos con nosotros y el disfrutar de una cena, de una merienda o un desayuno con ellos", dijo Javier "El Gruñón", generador de contenidos mexicano.

Las fotografías de los fallecidos están en cada ofrenda acompañados de un vaso de agua o de la bebida preferida de quien en esta vida fue retratado. Un pan de muerto y alguna otra comida reposan sobre el altar que servirá de escenario para el encuentro de dos vidas. Al menos 150 altares u ofrendas fueron montados en diferentes casonas y edificios del primer círculo del centro histórico capitalino.

"Representa, pues, el estar vivos identificando la muerte, pues la tenemos muy dentro de nosotros. Si la tienes muy dentro de ti, ¿qué representa para ti el Día de Muertos? La vida. Si no hay vida, no hay muerte. Si no hay muerte, no hay vida. Es algo como un poco paradójico", dijo Camilo Cienfuegos, artista plástico.

"Claro, es precisamente eso, el significado y la importancia que nosotros le damos a la muerte, al regreso de nuestros seres queridos, a volver a estar en contacto con esas personas que se nos adelantaron en el camino. Es decir, tenemos un tratamiento distinto de cómo apreciamos la muerte y cómo la tratamos como mexicanos y como cultura", dijo Salvador Álvarez, director ejecutivo de Comunicación y Programas Comunitarios y Culturales de la Autoridad del Centro Histórico.

"Pensamos que están en un lugar mejor, que están todavía presentes, no en cuerpo, en alma y que piensan y pensamos que ellos nos recuerdan. Lo recordamos, los tenemos presentes y al darles o brindarles esa ofrenda, estamos dándoles el recuerdo de su momento en vida con nosotros, de lo que nos dieron", dijo Sergio Gabriel Rojas, mexicano.

De la luz del día, de la ofrenda pública y del pan de muerto compartido en un festival, pasarán a la noche, a lo privado sobre las tumbas de sus fallecidos. Allí estará la ofrenda de historias, risas y recuerdos de lo transitado con el visitante temporal que cada año vuelve a tomar un poco de lo que en su vida pasada dejó.

"Según números oficiales, hasta el 29 de octubre más de 288.000 personas han fallecido por la COVID-19 en todo el territorio nacional. Muchas de esas personas que han pasado a otra vida, según las creencias mexicanas, tendrán su fotografía en este altar y es que será en memoria de aquellos que ya no están, pero que perduran en nuestros corazones", dijo Juan Carlos Aguirre Romero, reportero de CGTN en Español.

En México, los vivos se preparan para recibir a sus muertos y pasar una noche con ellos en panteones o altares.