De humillante, aunque en ninguna medida de inesperada, puede calificarse la eliminación del Barcelona en la mismísima fase de grupos de la Liga de Campeones de Europa. Su verdugo, un Bayern de Múnich inclemente que no le regaló absolutamente nada a pesar de estar ya clasificado como primero de la llave, y le recetó la misma medicina que hace tres meses en el Camp Nou, un 3-0 que, sin embargo, no refleja a cabalidad la diferencia abismal entre el club teutón y un conjunto catalán que hace no tanto era considerado igualmente un peso pesado.
Soñaba la afición culé con una actuación memorable de los ahora dirigidos por Xavi Hernández para evitar la humillación de quedarse fuera de los cruces por primera ocasión en más de dos décadas. Y es que el Barça llegaba a la Allianz Arena en control de su propio destino, consciente de que un éxito le garantizaría la progresión sin necesidad de esperar por el resultado del duelo entre el Benfica y el Dínamo de Kiev. Pero la gesta se antojó una auténtica quimera desde el minuto 34, cuando Robert Lewandowski y Thomas Müller intercambiaron roles -el polaco en funciones de facilitador; el alemán, de matador-, y los de casa se pusieron en ventaja. Müller alcanzó con este el medio centenar de goles y se convirtió en el octavo futbolista en lograrlo en la historia de la Champions.
Sobrados y sin nada en juego, los de Julian Nagelsmann, como todo equipo grande, fueron por el nocaut. Un misil de Leroy Sane a unos 25 metros batió a su compatriota Marc-André ter Stegen justo antes del paso por vestidores, para duplicar la diferencia. Y el nuevo fenómeno del fútbol alemán Jamal Musiala redondeó la faena en el 62 tras una buena jugada individual de Alphonso Davies. El Bayern sigue sumando enteros para su candidatura a la orejona y concluye la fase de grupos con actuación perfecta, lo mismo que el Liverpool y el Ajax. El triunfo por 2-0 del Benfica en el Estadio da Luz fue el tiro de gracia para un Barça que deberá ahora darse un baño de humildad en la Liga Europa. Por si a alguien no le quedaba del todo claro, el propio Xavi ha admitido que sus discípulos no están al nivel de los bávaros.

Su verdugo, un Bayern de Múnich inclemente que no le regaló absolutamente nada a pesar de estar ya clasificado como primero de la llave, y le recetó la misma medicina que hace tres meses en el Camp Nou, un 3-0 que, sin embargo, no refleja a cabalidad la diferencia abismal entre el club teutón y un conjunto catalán que hace no tanto era considerado igualmente un peso pesado.