Brasil regresó al Mapa del Hambre, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la FAO, en el que se apunta que 61,3 millones de brasileños, una tercera parte de la población del país, tienen algún tipo de inseguridad alimentaria, es decir, no saben cuándo podrán comer. De este total, 15,4 millones de brasileños se encuentran en situación de inseguridad alimentaria grave, es decir, pasan hambre y llegaron a estar un día o más sin comer por falta de alimentos.
Brasil logró salir del Mapa del Hambre de las Naciones Unidas en 2015, aunque la crisis económica que vive el país, la pandemia y la alta inflación provocaron que el gigante sudamericano regresara al mapa, donde se reflejan los países que tienen más del 2,5 % de su población con falta de alimentos. En el caso de Brasil, la cifra llega al 4,1 %, es decir, está por encima de la media global.
Además del precio de los alimentos, la inflación también ha hecho subir el precio del gas, por lo que miles de familias se han visto obligadas a hacer fuego con leña para tener dinero para comprar los alimentos.

Además del precio de los alimentos, la inflación también ha hecho subir el precio del gas, por lo que miles de familias se han visto obligadas a hacer fuego con leña para tener dinero para comprar los alimentos.
El aumento del hambre y la pobreza en Brasil contrasta con una cosecha agrícola récord prevista para este año, de más de 261 millones de toneladas, que consolidan el país como uno de los mayores productores de granos del mundo, aunque ello no hará que el precio de los alimentos baje.
"Hay una creciente, ya alta y creciente inseguridad alimentaria y desigualdad de inseguridad alimentaria en el país, es decir, nuestra diferencia entre los más ricos y los más pobres en la inseguridad alimentaria, no tiene paralelo en otros lugares", dijo Marcelo Neri, economista y fundador del Centro de Políticas Sociales FGV Social.
Uno de los efectos que ha causado el aumento del hambre en Brasil es que cada vez haya más gente que acuda a ONGs para recibir comida, aunque los especialistas alertan que para combatir el problema, se necesitan políticas públicas.