Nota del editor: Chris Hawke, graduado en la Escuela de Periodismo de Columbia, ha informado en las últimas dos décadas desde Beijing, Nueva York, las Naciones Unidas, Tokyo, Bangkog, Islamabad y Kabul para AP, UPI y CBS. El artículo refleja la opinión del autor y no necesariamente la línea editorial de CGTN.
EE. UU. sigue en su intento de desvincularse de China. Las audiencias que comenzaron el 17 de junio son necesarias para frenar el plan del presidente Donald Trump de imponer aranceles por valor de 300 mil millones de dólares sobre importaciones chinas.
No hace tanto, el mundo confiaba en que China y EE. UU., a pesar de los desafíos, acabarían solventando sus diferencias porque sus economías están muy integradas. Ambas partes tienen muchísimo que perder.
Y ahora, incluso si se llega a un acuerdo sobre los nuevos aranceles, ambos países nunca volverán a confiar en sus lazos económicos y comerciales. China, por ejemplo, debe desarrollar con urgencia sus propios chips y otras tecnologías que ha estado comprado a EE. UU. y sus socios.
Resulta paradójico que EE. UU., que espera persuadir a China mediante sanciones para que deje de desarrollar una industria de alta tecnología, la haya acabado convenciendo de que su enfoque era necesario, y su seguridad nacional depende de ello. Las marcas estadounidenses, al mismo tiempo, se están preparando para la posibilidad real de que a los bienes importados desde China se les apliquen más aranceles.

Guo Weimin, subdirector de la Oficina de Información del Consejo de Estado, presenta el libro blanco en una conferencia de prensa el 2 de junio de 2019. /Foto VCG.
Apple, por ejemplo, no puede permitirse que aumenten los aranceles de sus iPhones, según por donde soplen los vientos de la política. Incluso si en las negociaciones se llegara a un acuerdo, la empresa debería diversificar su cadena de suministro.
Trump, por supuesto, llevaba tiempo urdiendo este plan. Hizo campaña abogando por la revitalización del sector de las manufacturas y solicitó a Apple que monte sus productos en EE. UU.
Trump tiene mucho que ganar mostrándose como el tipo duro ante China. Sin embargo, de esa manera se ha autoarrinconado y no concretará ningún acuerdo donde no sea el claro vencedor.
Ambos países tienen que tener cuidado de no caer en un vórtice mayor de acciones y reacciones donde se autolesionen.
La guerra comercial ya ha perjudicado a China y a EE. UU. y ahora amenaza con dañar también la economía global.
Hay una salida, sin embargo. Puesto que las charlas con China han caído en saco roto, Trump amenazó con aumentar los aranceles a México si no reducía el flujo de migrantes latinoamericanos que llegaban a la frontera sur de EE. UU. con México. Se llegó a un acuerdo y China puede aprender algo de este incidente.
Lo primero es que, aunque EE. UU., México y Canadá concretaron un acuerdo comercial hace poco, este parece no ofrecer ninguna protección ante sanciones repentinas y arbitrarias, como es el caso de México, sin ninguna relación con cuestiones comerciales.

El presidente de EE. UU. Donald Trump habla con los medios antes de embarcar en el Marine One en el Jardín Sur de la Casa Blanca. 22 de marzo de 2019, en Washington DC. /Foto VCG.
En segundo lugar, parece que Trump se ha estado marcando un farol. Se retractó en su postura frente a México sin lograr nada nuevo. El New York Times informó de que las grandes concesiones habían sido acordadas anteriormente. Trump lo niega.
Además, el senado, bajo control republicano, se ha rebelado acerca de esta cuestión, advirtiendo a Trump que no apoyarían sus sanciones. Hasta este punto, el senado le ha dado a Trump vía libre, pero parece que el envite autodestructivo de Trump era demasiado incluso para el partido que apoya a las empresas y el libre comercio.
En las últimas semanas, EE. UU. se ha movido hacia una posible guerra con Irán, y también hacia otra crisis presupuestaria sin sentido, que podría llevar al incumplimiento del gobierno estadounidense. Ninguna de estas acciones parece tener un final claro y lógico.
Tenemos buenas y malas noticias para China a la hora de analizar las acciones de Trump e intentar predecir cuál será su siguiente paso.
La buena noticia es que parece ser un embustero, y ya se ha retraído en su escalada de confrontaciones comerciales con México, Canadá, Japón y Europa.

Liu He, vice primer ministro chino (izq.), abandona la Oficina del Representante de Comercio de EE. UU. en Washington DC., EE. UU. 9 de mayo de 2019. /Foto VCG.
La mala noticia es que parece que el presidente de EE. UU. está jugando al ajedrez con tan solo un movimiento en el punto de mira. El bloqueo de su gobierno sin destino así da cuenta de ello, pero sobre todo, el hecho de que no parezca haber salido victorioso en ninguna negociación, a menos que contemos las crisis evitadas que él mismo inicio. Por ejemplo, su amenaza de romper el TLCAN acabó con un acuerdo muy similar al anterior.
Más allá de Trump, China debería tener cuidado con sus próximos movimientos. La política de Trump hacia China puede que sea la única área en la que los candidatos demócratas a las presidenciales en EE. UU. están de acuerdo con él. El sentimiento en los medios de EE. UU., también en aquellos que critican al presidente Trump, está muy en contra de China. Rusia ha dicho defender a China en la situación actual frente a EE. UU., pero aparte de ese país, China no cuenta con muchos aliados en esta batalla.
Aunque se ha herido la confianza entre EE. UU. y China y su relación ha cambiado en gran medida, aún hay mucho que se puede ganar de un acuerdo, y mucho que perder si se siguen deshaciendo los lazos.
Las relaciones entre China y EE. UU., aunque ahora más débiles, son profundas. Desafortunadamente, parece que los intereses económicos que comparten ya no tienen el mismo efecto de antaño, pero ambos países aún se necesitan y se benefician de su relación estable.
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