China es conocida en todo el mundo como una potencia manufacturera. Con el inicio de la política de Reforma y Apertura, hace 40 años, la nación pasó de ser una economía basada en la agricultura hasta convertirse en la fábrica del mundo. Hoy, el sector manufacturero de China se prepara para hacer frente al futuro. 

Desde la década de 1980, gracias al desarrollo de los negocios privados en China, los bienes producidos en las pequeñas fábricas a lo largo de la coste este del país han llegado a medio mundo. En volumen, China es el mayor manufacturero del mundo. De hecho, según el Banco Mundial, el volumen del valor añadido del sector manufacturero de China en 2017 fue equivalente al de EE. UU., Japón y Alemania, combinados. Los fabricantes dependientes de la mano de obra barata se encuentran en lo más bajo de la cadena de valor global. Los bienes fabricados en China eran conocidos por sus ingentes cantidades y no por su calidad. 

Todo ello ha ido cambiando en estos últimos años, a medida que China apuesta por la innovación. No en vano, los salarios también han ido creciendo en el país. En 1978, el gasto de China en I+D era de apenas 5 mil 200 millones de yuanes, menos de mil millones de dólares. En 2018, la cifra alcanzó los 1,96 billones de yuanes, siendo el segundo país del mundo en inversión en I+D. China es, en la actualidad, la sede de algunos de los mejores trenes, drones y teléfonos del mundo y el anfitrión de numerosos productos de alta calidad. Las marcas nacionales de automóviles siguen trabajando para alcanzar a sus contrapartes alemanas y japonesas. GAC motor, con sede en Guangzhou, fue una de las primeras marcas en experimentar con la fabricación de coches chinos de alta calidad valorados en 30 mil dólares.

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