En lo más profundo de las montañas de la suroccidental provincia de Guizhou, rodeada por árboles frondosos, hay una estructura enorme cuya apariencia se asemeja a un wok, la herramienta clásica de la cocina china: ¡Es un telescopio de 500 metros de diámetro! Ubicado en la depresión montañosa Dawodang, en el distrito Pingtang, este instrumento óptico, conocido como el Ojo del Cielo, permite ahora, en una nueva etapa, observar aquellas zonas del universo que antes eran ciegas a los ojos de los seres humanos.
Tiene una superficie igual a la de 30 canchas de fútbol. Pero contrario a ellas, el FAST no es ni plano ni urbano sino cóncavo y agreste. Es una estructura semiesférica de 500 metros de diámetro que se construyó en una depresión montañosa. Este telescopio de apertura, conocido también como el Ojo del Cielo o Tianyan, en chino, es el más grande del mundo. Su sensibilidad visual supera más de dos veces la del radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico. La materialización de este sueño, propuesto por el gran astrónomo chino Nan Rendong, requirió de 22 años de paciencia y del sacrificio de tres generaciones de científicos chinos quienes, el 25 de septiembre de 2016, vieron que su sueño finalmente se había hecho realidad.
El FAST es fruto de un desafió a la inteligencia de los chinos. El reto consistió en el diseño de 4.450 paneles triangulares que, al igual que los movimientos rotatorios oculares, siguen la traslación del sol. A ellos los complementa una cabina de 30 toneladas, suspendida a 140 metros de un reflector, que funciona como fuente de alimentación.
Desde las operaciones de prueba hasta la fecha, este inédito radiotelescopio semiesférico, el más grande del mundo, ha descubierto 93 nuevos púlsares. La observación de los púlsares tiene gran significado para las investigaciones científicas y para la aplicaciones tecnológicas. Ellos representan laboratorios naturales en entornos físicos externos que ofrecen normas precisas de tiempo y guías de navegación interplanetarias.
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