Nota del editor: Hafijur Rahman es columnista y analista de seguridad y estrategia, y trabaja en un destacado centro de estudios estratégicos de Bangladesh. El artículo refleja las opiniones del autor y no necesariamente las de CGTN.

Estados Unidos está intensificando su guerra fría tecnológica con China al imponer nuevas sanciones para restringir el flujo de semiconductores de alta gama y de equipos de fabricación de semiconductores a China.
Según Reuters, en un esfuerzo por detener los avances tecnológicos y militares de China, se han aplicado nuevas restricciones que exigen licencias antes de que los productos estadounidenses puedan ser transportados a las fábricas chinas que producen chips avanzados.
Empujado por el llamado desafío de China y consumido por la noción mal concebida de la "estrategia de contención de China", Estados Unidos está, por un lado, exprimiendo el espacio mínimo existente para recalibrar las relaciones bilaterales en una trayectoria pacífica, y por otro, desplazando los esfuerzos colectivos que son tan cruciales para abordar los desafíos a los que el mundo se enfrenta por el momento.
La política exterior de Estados Unidos se ha puesto en un agresivo "movimiento automatizado" con la de China, desplazándose hacia donde esta se mueve, colocando así todo el aparato político en una postura reactiva. El creciente "miedo reflexivo" a perder su preeminencia hegemónica y su nostalgia por un "momento unipolar" pasado han seguido impulsando a Washington a adoptar políticas punitivas y protectoras más duras contra Beijing, que van desde la protección en las relaciones hasta las sanciones y restricciones al comercio y al intercambio científico.
En consecuencia, estas están precipitando un panorama geopolítico díscolo y "perpetuando un círculo vicioso" que ha estrangulado "la interdependencia global estructurada desde hace tiempo".
Los conceptos erróneos sobre China arraigados en el establishment político actual de Washington son: China ha cambiado en la última década o dos, pero sigue supuestamente intentando "sustituir el orden internacional actual por uno favorable a sus propias ventajas hegemónicas".
El concepto generalizado entre el círculo político de Washington es que Beijing ha cambiado en la última década o dos de manera asertiva, pero tiene más que ver con que Estados Unidos ha cambiado su percepción de la amenaza sobre China que con el reconocimiento del impacto positivo del propio ascenso de China.
El creciente ascenso y alcance global de China se deben a su "estrategia evolutiva estable", caracterizada por su capacidad de respuesta adaptada a las necesidades tanto de los chinos como de sus socios. Se trata de un camino establecido sobre la base de su credibilidad durante décadas y promovido por el principio igualitario de desarrollar un entorno cooperativo interconectado basado en el respeto mutuo y la mejora de las relaciones económicas, en lugar de tratar de maximizar sus propios intereses.
A pesar de ser la segunda economía más grande con un vasto alcance global en las últimas décadas, China nunca ha buscado ningún sistema de alianzas similar al de Estados Unidos, demostrando que nunca perseguiría la hegemonía ni trataría de interferir en los asuntos internos de otras naciones.
Si hay que citar algún cambio como la razón del constante deterioro de las relaciones bilaterales, es por parte de Estados Unidos, en lo que respecta a la ausencia de cualquier cambio respecto a su arraigada mentalidad de la guerra fría y a la nostalgia siempre presente sobre el otrora "momento unipolar". Mientras tanto, los cambios correspondientes en sus políticas y actuaciones se han vuelto más hostiles, intolerantes y reactivos a los acontecimientos tanto en China como en sus compromisos en el extranjero.
Además, el mito de que China busca "sustituir el sistema internacional actual por uno a su favor" no es cierto. Lo que China ha buscado es la reforma del sistema global existente, que es defectuoso y está a favor de una determinada clase privilegiada, particularmente de Occidente.
Y sus esfuerzos en la elaboración de la deseada reforma del sistema actual hacia una mayor inclusión y prosperidad compartida de la comunidad global en su conjunto están precisamente estructurados para un diálogo multilateral significativo en lugar de uno afirmado mediante el impulso de contrafuerzas unilateralmente agresivas.
La dirección futura y el patrón potencial del sistema de gobernanza mundial deben trazarse apreciando los diversos intereses y valores de todas y cada una de las partes interesadas, y no por las fuerzas que dictan unilateralmente sus estrechos intereses propios. El statu quo sistémico que beneficia a unos pocos no puede considerarse normal bajo ningún concepto.