Este es un dicho proveniente de la obra clásica Shuo Yuan. Su significado es que los buenos gobernantes tratan a la gente como los padres tratan a sus hijos, y como el hermano mayor a los menores. Sufren al saber que ellos padecen hambre y frío, y se entristecen al ver sus duras condiciones de trabajo. En tan solo diez años, China completó su meta ayudando a casi 100 millones de personas a salir de la pobreza. ¿Cómo se ha alcanzado este gran objetivo? Vamos a buscar la respuesta desde una de las regiones montañosas más remontas del país.
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