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¿Por qué he sido crítico con la situación de los derechos humanos en los Estados Unidos?
CGTN Español

Autor: Xi Pu

Siempre recibo esta pregunta de mis lectores: “¿Por qué es tan crítico con la situación de los derechos humanos en los Estados Unidos?” Mi respuesta es simple y directa. Con su propio historial ya deficiente en los derechos humanos, EE. UU. sigue pisoteándolos en otros lugares del mundo, e irónicamente, a menudo so pretexto de protegerlos.

Este año marca el 75º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un documento que identifica los derechos a la vida, la libertad, la privacidad y la propiedad como derechos fundamentales. Como miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el país más desarrollado del mundo, EE. UU. debería ser un ejemplo en la protección y promoción de los derechos humanos. Sin embargo, en realidad, es todo lo contrario. 

Perjudicar el Derecho a la Vida

Durante bastante tiempo, EE. UU. ha venido haciendo campañas sensacionalistas sobre el algodón de Xinjiang, imponiendo sin fundamento la etiqueta de “trabajo forzoso” a este producto de la región. Entonces, ¿por qué EE. UU. siempre está obsesionado por el algodón?

La respuesta radica en la historia. En el siglo XIX, con el desarrollo de la industria del cultivo de algodón en EE. UU., los africanos fueron llevados como trabajadores esclavizados a EE. UU.. Al llegar a este país, lo que les esperaba fue el trato inhumano de los dueños de esclavos y el trabajo interminable en los campos. La ignorancia del derecho a la vida de los esclavos africanos no terminó incluso con la emisión de la Proclama de Emancipación en 1862. A lo mejor, de ahí algunos estadounidenses prefieren asociar el algodón con el trabajo forzoso y el genocidio.

Hasta hoy, el derecho a la vida de las personas desfavorecidas, especialmente las minorías raciales y étnicas, sigue siendo perjudicado en los EE. UU.. Los peligros de la discriminación racial sistémica son aún más destacados cuando las emergencias de salud pública como la pandemia de COVID-19 y la viruela símica destrozan el frágil tejido social. Las estadísticas muestran que durante la pandemia, el riesgo de infección de los hispanos y afroamericanos es tres veces el de los blancos como resultado de sus malas condiciones de trabajo y de vida. Una vez infectados, ellos enfrentan dobles riesgos de muerte, desempleo y disminución de ingresos que los blancos debido a la atención médica inadecuada y la falta de apoyo social. 

Sabotear el Derecho a la Libertad

En la década de 1950, la ejecución de la pareja Ethel y Julius Rosenberg de la ciudad de Nueva York después de su condena por ser espías soviéticos siempre nos hace reflexionar si existe una verdadera libertad en EE. UU..

La libertad al estilo estadounidense es un privilegio de unos pocos. La Declaración de Independencia de 1776 aparentemente sostiene que todos los hombres son creados iguales y tienen derecho inalienable a la libertad. Sin embargo, tal libertad sirve únicamente a los intereses de los ricos y tiene muy poco que ver con la gran mayoría de los vulnerables de la época, como las mujeres, los esclavos y los indígenas.

Hoy, EE. UU. se enorgullece de su autoproclamada libertad de prensa. Sin embargo, en realidad los medios de comunicación estadounidenses, con su dominio e influencia en el mundo, no dejan de inventar y difundir desinformación como la conspiración de “fuga de laboratorio” de COVID-19 y el llamado “trabajo forzado” en Xinjiang. Pero permanecen sorprendentemente silenciosos después de la explosión del oleoducto Nord Stream y el derrame del producto químico tóxico en Ohio.

La información selectiva y la manipulación de la verdad se han convertido en el sello distintivo del periodismo estadounidense.

Violar el Derecho a la Privacidad

EE. UU. emplea su tecnología de primera clase para hacer la vigilancia masiva de sus propios ciudadanos y espiar la privacidad de su pueblo al estilo orwelliano.

Según un informe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) de EE. UU., sólo en 2021 el FBI realizó hasta 3,4 millones de búsquedas de datos sin orden judicial de ciudadanos estadounidenses.

En 2020, dos miembros del Comité de Inteligencia del Senado de EE. UU. revelaron el programa de vigilancia masiva de la CIA en territorio estadounidense, según el cual puede realizar búsquedas clandestinas no autorizadas del pueblo estadounidenses.

Impulsada por intereses comerciales y disfrazada con la excusa de “seguridad nacional”, la vigilancia interna en EE. UU. ha crecido hasta un punto preocupante. Pero el Gobierno estadounidense sigue proclamando que sus programas de vigilancia no están dirigidos a ciudadanos o equipos civiles. Como dijo Mike Pompeo, exsecretario de Estado de EE. UU., “mentimos, engañamos, robamos”. Tal es la “gloria del experimento estadounidense”.

Despojar el Derecho a la Propiedad

La inviolabilidad de la propiedad privada ha sido siempre el decálogo de la sociedad occidental. Sin embargo, EE. UU. la toma al servicio de su propio interés. La propiedad de otros gobiernos y pueblos no es más que objetos de sanciones y embargos.

Cuando el Gobierno talibán asumió el poder en 2021, el Gobierno de EE. UU. congeló 7,000 millones de dólares de fondos afganos simplemente mediante una orden ejecutiva. Los bienes pertenecientes al pueblo afgano fueron incautados sin autorización de la ONU ni de ninguna organización intergubernamental, ni siquiera de un veredicto judicial.

Durante más de dos siglos, EE. UU. ha actuado como juez de los derechos humanos, pero en realidad ha cometido la mayoría de los delitos contra los derechos humanos. Tal vez sea la hora de que EE. UU. haga una reflexión: ¿Por qué 60 años después, el sueño de Martin Luther King sigue siendo sólo un sueño? ¿Por qué “No puedo respirar” se ha perpetuado como una pesadilla estadounidense? ¿Por qué PRISM no refleja más que la hipocresía; y con estas preguntas sin respuesta, ¿EE. UU. está calificado para dar lecciones sobre los derechos humanos?

(El autor es observador de asuntos internacionales en Beijing)