Al despuntar la aurora, cuando la localidad de Kanas empieza a despertarse, los tuvanos preparan té con leche y pastorean sus ovejas y vacas entre las montañas nevadas y los prados. A su lugar de asentamiento, lo llaman el Jardín de los Dioses, una patria más preciosa que los diamantes, un rincón que solo puede alabarse con canciones.
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En la ribera del río Kanas, Bok toca su nuevo chuer (instrumento de viento tradicional tuvano). Su maestro le aseguró que solo podría aprender a tocar este instrumento en medio de la naturaleza. No existen partituras con composiciones de chuer, pues son tonadas que nacen en el momento, deudoras de la espontaneidad; como el viento que sopla por el valle, la corriente fluvial que acaricia las rocas; todo crece y respira de forma natural. Sus antepasados tuvanos lo llamaron chuer, que en español significa "eco", y es una parte integral de su profunda comprensión de la naturaleza.