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El compromiso de China con la transición ecológica se ha vuelto más ambicioso
CGTN

Nota del editor: Djoomart Otorbaev, comentarista especial de actualidad para CGTN, es ex primer ministro de la República de Kirguistán y profesor del Colegio de la Franja y la Ruta de la Universidad Normal de Beijing. El artículo refleja las opiniones del autor y no necesariamente las de CGTN.

Recientemente, el Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh) y el Consejo de Estado han publicado directrices para acelerar la transición hacia una sociedad más respetuosa con el medio ambiente en áreas críticas del desarrollo económico y social. Estas directrices fijan metas y objetivos específicos para facilitar el cambio hacia una economía más ecológica y con bajas emisiones de carbono, especialmente en los sectores industrial y energético. También pretenden promover la transición a una economía verde en el sector del transporte y fomentar un desarrollo urbano y rural con bajas emisiones de carbono.

El ambicioso plan de Beijing para alcanzar el punto máximo de emisiones de carbono antes de 2030 y lograr la neutralidad de carbono en 2060 es un compromiso monumental con un modelo económico sostenible y resistente. También puede cambiar las reglas del juego de las políticas medioambientales mundiales y poner el listón muy alto para que otros países lo sigan.

El consumo energético de China, un actor clave en el panorama energético mundial, es un foco importante de su transición ecológica. La capacidad de generación eléctrica instalada en el país, según datos de la Administración Nacional de Energía, alcanzó la asombrosa cifra de 2.920 millones de kilovatios a finales de 2023. Sin embargo, la actual estructura de consumo energético sigue favoreciendo a los combustibles fósiles: el carbón representaba el 56,2 % del total en 2022. Al mismo tiempo, las energías renovables, incluida la nuclear, solo representan el 25,9 %. Esta distribución subraya la urgente necesidad de una transición hacia fuentes de energía más sostenibles.

El rápido crecimiento de la economía del país, una de las fuerzas motrices de la creciente demanda de energía, ha provocado un aumento de casi el 20 % en el suministro energético de China desde el inicio del XIV Plan Quinquenal (2021-2025). Con la industrialización y urbanización en curso, se espera que esta tendencia continúe. Como resultado, se prevé que la producción de energías renovables crezca aún más rápido para satisfacer el creciente consumo de energía, lo que podría reconfigurar el mercado energético mundial.

En los últimos años, China ha invertido ingentes recursos en la construcción de capacidad energética renovable, incluidas grandes centrales eólicas y solares, sobre todo en el noroeste, así como centrales hidroeléctricas. En la actualidad, la capacidad de energía no fósil ha superado a la de los combustibles fósiles y representa el 50,9 % de la capacidad total instalada en el país.

Junto con el aumento de la generación y distribución de energía, hay que trabajar duro para generar más PIB con menos energía. Y esto está ocurriendo a un ritmo acelerado. El uso de tecnologías innovadoras de ahorro energético ha llevado a que el consumo de energía por unidad de PIB se redujera en más de un 26 % en comparación con el nivel de 2012, y la intensidad de las emisiones de carbono por unidad de PIB se redujo en más de un 35 %.

Beijing ha dado prioridad a la adopción generalizada de vehículos de nuevas energías (VNE) y a la ampliación de la infraestructura de recarga como iniciativas fundamentales para combatir la contaminación urbana. Se trata de un paso importante para mejorar la calidad del aire y reducir la huella de carbono de un país en rápido proceso de urbanización. Las ventas de vehículos de nuevas energías en China, que incluyen coches híbridos y de batería, ascendieron a 879.000 unidades en julio, lo que representa el 50,8 % de las ventas totales de vehículos, según datos publicados por la Asociación de Turismo de China en el presente mes de 2024.

Esta cifra supera las ventas de vehículos de combustibles fósiles, marcando un hito significativo en la transición de China hacia el transporte ecológico. Este crecimiento es especialmente notable, ya que supera la tasa de penetración del 36 % registrada hace tan solo un año y supera indicadores similares en los países desarrollados. Por ejemplo, Estados Unidos registró un índice de penetración del 18 % en el primer trimestre de este año, según las últimas estimaciones de Wards Intelligence. Sin embargo, hace solo tres años, las ventas de vehículos de nuevas energías representaban solo el 7 % de las ventas totales de automóviles en China. Este notable crecimiento de las ventas de VNE es un testimonio del compromiso de Beijing con la transición ecológica y de los impresionantes avances del transporte ecológico.

El sector experimentó un rápido crecimiento de las ventas gracias a importantes inversiones y ayudas públicas. Por ejemplo, se han aplicado políticas gubernamentales para sustituir los vehículos anticuados y adquirir VNE. Estas políticas se complementaron con medidas preferenciales a nivel municipal, como la concesión a los propietarios de VNE de acceso ilimitado a las vías públicas mientras se restringe a los vehículos de combustible fósil la circulación solo parte de la semana. Estas y otras iniciativas condujeron a un crecimiento constante de las ventas de VNE, lo que hizo que muchas marcas locales alcanzaran nuevos récords de ventas.

El país se dedica a una economía circular que hace hincapié en el reciclaje, la reutilización y la eliminación de materiales de desecho. El Gobierno ejemplifica cómo puede lograrse el crecimiento económico con un impacto medioambiental mínimo reduciendo los residuos y mejorando la eficiencia de los recursos. Las directrices establecen objetivos específicos para la gestión de residuos. Por ejemplo, se estipula que para 2030, la utilización anual de residuos sólidos a granel alcanzará alrededor de 4.500 millones de toneladas, mientras que la tasa de producción de los principales recursos aumentará aproximadamente en un 45 % con respecto a 2020.

En la transición hacia prácticas más respetuosas con el medio ambiente, es esencial tener en cuenta que el país se centra en las finanzas verdes. Las directrices hacen hincapié en la importancia de incorporar los factores medioambientales a la planificación económica. El amplio uso de métodos medioambientales, sociales y gubernamentales, y la introducción de bonos verdes y otras herramientas financieras contribuyen a apoyar las iniciativas sostenibles y a promover la inversión en tecnologías verdes. Esta estrategia estimula el pensamiento creativo y transmite al mercado mundial que las prácticas sostenibles dirigirán el avance económico.

China ha realizado importantes esfuerzos de transición hacia prácticas ecológicas, demostrando el compromiso del país con la creación de un futuro sostenible. Objetivos ambiciosos, inversiones sustanciales y estrategias innovadoras demuestran que comprende la necesidad de equilibrar el desarrollo socioeconómico con la protección del medio ambiente. Con los ojos del mundo puestos en China, es probable que estos esfuerzos sirvan de modelo y catalizador para lograr un crecimiento económico sostenible, avanzar a escala mundial en la lucha contra el cambio climático y mantener un planeta más verde.