La Cumbre 2024 del Foro de Cooperación China-África se celebrará en Beijing del 4 al 6 de septiembre. China y los países africanos comparten una larga amistad, basada en el respeto, aprecio y apoyo. Los resultados de la cooperación en campos como agricultura, desarrollo de infraestructuras, sanidad o educación son innegables.

Sin embargo, algunos medios de comunicación y políticos occidentales no han dejado de acusar a China de tender trampas de deudas, de neocolonialismo y de verter su exceso de capacidad en los países africanos. Al diseccionar sus narrativas, es obvio que estas críticas son infundadas y carecen de base.
En primer lugar, hablar de trampas de deudas supuestamente creadas por China es un engaño. Según el Informe sobre la deuda internacional del Banco Mundial, en 2022 los países africanos debían 655.600 millones de dólares a acreedores externos. Los préstamos públicos provenientes de China representaban menos del 10 % de esa cantidad. Más del 35 % de esa deuda correspondía a bancos occidentales, gestores de activos y comerciantes de petróleo. Y, por término medio, cobraron el doble de intereses por sus préstamos. Los países occidentales son los que en realidad han atrapado a los países africanos en trampas de deudas.
Cuando estos antiguos colonizadores ven el ímpetu creciente de China y su deseo de cooperar con los países africanos, lo perciben con una mentalidad impregnada de colonialismo y estereotipos.
En realidad, China ha desempeñado un papel fundamental en el desarrollo de los países africanos a través de la construcción y renovación de infraestructuras e instalaciones vitales como ferrocarriles, autopistas, puentes, presas, puertos, escuelas y hospitales, etc., que han impulsado la integración regional, el comercio y la industrialización, y han mejorado el nivel de vida de las poblaciones locales. Las estadísticas muestran que desde la fundación del Foro de Cooperación China-África en 2000, las inversiones chinas en los países africanos han ayudado a construir o mejorar más de 10.000 kilómetros de ferrocarril, casi 100.000 kilómetros de carreteras, 1.000 puentes, 100 puertos y 66.000 kilómetros de líneas de transmisión y distribución de energía.
Además, los proyectos de inversión de China no solo pretenden satisfacer las necesidades inmediatas de los países destinatarios, sino también abordar los retos que dificultan el desarrollo futuro del continente africano. En el ámbito de la sanidad, el apoyo médico de China ha mejorado significativamente el acceso de ciudadanos de varios países africanos a la atención médica. Las iniciativas de educación y formación técnica, como las becas, los Institutos de Confucio y los Talleres de Luban, han mejorado los recursos humanos y han apoyado la modernización de las naciones africanas. A lo largo y ancho del continente, el compromiso de China ha sido cualquier cosa menos neocolonialismo.
La acusación de que China está vertiendo su exceso de capacidad en el continente africano es aún más infundada. En realidad, la mayor parte de los países africanos necesitan inversiones para la producción y diversificación de fuentes de energía. Cuando grandes necesidades y un enorme potencial se encuentran, China actúa como catalizador.
La central solar de Itimpi, en Zambia, es un buen ejemplo. Con una capacidad anual de 130 gigavatios por hora, la central diseñada y construida por una empresa china, abastece a las industrias del país. Durante su construcción, se formó a más de 1.200 trabajadores locales para proporcionar mano de obra cualificada para los nuevos proyectos energéticos.
Pero mientras se hacen estas afirmaciones infundadas contra China, ¿qué han hecho los países occidentales con los pueblos y las tierras de las naciones africanas? Por poner solo un ejemplo, la petrolera estadounidense Chevron ha vertido toneladas de peligrosos residuos de petróleo directamente en aguas poco profundas del océano, cercanas a la costa septentrional de Angola, lo que supone una grave amenaza para los ecosistemas marinos.
Lo que subyace bajo esta campaña de desprestigio es la mentalidad de Guerra Fría de Occidente y su intento de ocultar su codicia política en África. Sus ataques están motivados por la creciente ansiedad e inseguridad ante la disminución de su propio poder y de su influencia en el sistema mundial, junto con la incapacidad de aceptar la realidad del ascenso y el éxito de China.
La cooperación entre China y los países africanos es un ejemplo de relaciones internacionales basadas en la igualdad, no en la dominación, y muestra un nuevo enfoque de las asociaciones mundiales basado en el respeto y el beneficio mutuo.