La Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó recientemente un proyecto de ley para destinar 325 millones de dólares anuales para los años fiscales 2023 a 2027, dando un total de más de 1.600 millones de dólares, para combatir lo que describen como la "influencia maliciosa de China". Esta nueva maniobra, destinada a manipular la opinión pública y desprestigiar a China, confirma que es Estados Unidos el verdadero difusor de información falsa, lo que genera un impacto negativo tanto en las relaciones internacionales como en el ecosistema de la opinión pública global.

Dos instituciones con mala reputación
Aunque el proyecto de ley no menciona directamente a qué medios apoyará o cómo se emplearán esos 1.600 millones de dólares, sí se destacan dos nombres conocidos: el Centro de Participación Global (GEC, por sus siglas en inglés) y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
El GEC, dependiente del Departamento de Estado de EE. UU., se considera el centro de la guerra cognitiva de este país norteamericano contra China, Rusia y otros países. A pesar de afirmar que combate la desinformación, en realidad es un centro generador de información falsa. Por su parte, USAID es la principal agencia estadounidense para llevar a cabo la "infiltración democrática" en el exterior. En la solicitud de presupuesto del año fiscal 2025 presentada por el presidente Joe Biden, USAID y el Departamento de Estado solicitaron conjuntamente 400 millones de dólares para contrarrestar la "influencia global de China".
Tres tácticas familiares
Estados Unidos ha utilizado durante mucho tiempo estrategias para manipular la opinión pública. Desde la Guerra Fría contra la Unión Soviética, pasando por la Primavera Árabe, hasta las campañas actuales para desacreditar a China, sus tácticas principales se resumen en tres:
Pagar por ejércitos de troles. En 2020, la entonces responsable del GEC, Lea Gabrielle, admitió ante el Congreso que el Gobierno de EE. UU., en asociación con empresas tecnológicas y organizaciones no gubernamentales occidentales, impulsaba proyectos de "alfabetización mediática" en todo el mundo, apoyando a medios de comunicación prooccidentales. Esto se traduce en financiar a periodistas y medios para difundir artículos que difamatorios contra China.
Financiar instituciones. Un ejemplo claro es el caso del "algodón de la región autónoma uigur de Xinjiang". En 2020, la Iniciativa Better Cotton (BCI) anunció la suspensión de proyectos relacionados con el algodón de la región autónoma uigur de Xinjiang debido a la presión. ¿De dónde venía esa presión? De acuerdo con el sitio web de BCI, uno de sus socios financieros es USAID. Otro ejemplo es AidData, un proyecto que en 2023 publicó un informe criticando la iniciativa de la Franja y la Ruta. Al igual que BCI, AidData también recibe fondos de USAID.
Infiltración y control de nuevos medios. En los últimos años, varios medios estadounidenses han expuesto la manipulación gubernamental en redes sociales. En 2021, el escándalo de datos de Facebook y, en 2022, el caso de los "Archivos de Twitter" destaparon la presión ejercida por agencias gubernamentales para que estas plataformas apoyaran las acciones del gobierno.
Múltiples motivos ocultos
Según los analistas, estas tácticas reflejan el enfoque coordinado de "todo el gobierno" y el carácter "global" de la guerra cognitiva de Estados Unidos contra China. El aumento de fondos destinados a esta guerra es solo una de las recientes acciones negativas de la Cámara de Representantes. Lo más preocupante es que los políticos están "ansiosos por atribuirse el mérito". La Cámara de Representantes de Estados Unidos tiene un mandato de dos años y será reelegida dentro de aproximadamente un mes. Debido a la intensificación de la polarización partidista, es difícil aprobar un gran número de proyectos de ley propuestos por los miembros de la Cámara de Representantes durante su mandato. En un ambiente donde "mostrar dureza contra China" es visto como políticamente correcto, creen que hablar sobre China es la mejor manera de lograr resultados visibles.
Es evidente que estos políticos, al fabricar campañas de desprestigio y demonización de China para ganar capital político, están fomentando la hostilidad del pueblo estadounidense hacia China y socavando la cooperación mutua entre ambos países. A pesar de sus esfuerzos por desacreditar al gigante asiático, estos ataques no resolverán los problemas de Estados Unidos ni detendrán el desarrollo de China. De hecho, solo dañarán las relaciones entre las dos naciones, perjudicarán los intereses de los propios estadounidenses y amenazarán la paz y la estabilidad global. Ante esta situación, los políticos estadounidenses deberían preguntarse: ¿Vale la pena gastar esos 1.600 millones de dólares?
Nota: Este artículo refleja las opiniones de su autor, que no necesariamente coinciden con las del equipo editorial de CGTN Español.