Comenzó corriendo, compartiendo un único par de zapatillas con su tío. En la actualidad, ese mismo atleta brasileño ha alcanzado la cima del mundo en los Juegos Paralímpicos de París 2024. Un camino de superación y resistencia. La historia de Julio Cesar Agripino es más que una trayectoria de victorias, es una lección de vida.
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Para correr, no se necesita mucho: solo unas zapatillas, unos calcetines, unos pantalones cortos y una camiseta, ya son suficientes. Pero Julio, ni siquiera tenía las zapatillas cuando empezó a correr influenciado por sus tíos.
"Empecé a entrenar con él, pero no tenía la posibilidad de comprar un par de zapatillas. ¿Y qué hice? Compartíamos las mismas zapatillas", djio Julio Cesar Agripino, medallista paralímpico.
De origen humilde, Julio Cesar Agripino, hoy con 33 años, creció en un barrio pobre de Itapecerica da Serra, en la región metropolitana de Sao Paulo, la mayor ciudad de América Latina. Inquieto y deportista desde pequeño, el atleta nació con queratocono, una enfermedad ocular genética que afecta la estructura de la córnea y compromete la visión, y que le fue diagnosticada cuando tenía siete años.
"Desde niño tuve problemas de visión. En 2010, más o menos, comencé a trabajar con Luis, quien es mi actual entrenador. La gente empezó a notar que algo estaba mal y fue ahí cuando comencé a perder la visión", expresó Julio.
Con el apoyo de su esposa, Jana Santos, el atleta migró al paratletismo, aunque con cierta resistencia. Las categorías en el atletismo paralímpico para personas con discapacidad visual dividen a los competidores según su grado de visión. La clase T11 es para aquellos sin residuos visuales, que requieren una venda y el uso de un guía. La clase T12 incluye atletas con baja visión, con uso opcional de guía. Y la clase T13 es para los que tienen mejor visión y que no necesitan utilizar el guía.