Por Lu Daxin

Recientemente, el Secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, publicó un artículo sobre la política exterior de “América primero” en The Wall Street Journal, señalando que EE. UU. prestará más atención a su vecindario—el hemisferio occidental. Rubio también visitó cinco países de Centroamérica, convirtiéndose en el primer Secretario de Estado estadounidense en cien años que ha viajado a América Latina y el Caribe (ALC) como su gira inicial. Sin embargo, los países de la región no se mostraron entusiasmados con el “interés de EE. UU.”, sino que se sintieron profundamente humillados. EE. UU. rebautizó el Golfo de México como el “Golfo de América”, declaró el 9 de febrero como el “Día del Golfo de América”, amenazó con recuperar el control del Canal de Panamá, y utilizó tácticas como el aumento de aranceles, la suspensión de asistencias e incluso la invasión militar para coaccionar a los países de la región. Sin ningún disimulo, mostró su feroz rostro del “imperialismo” y la“hegemonía”.
Históricamente, EE. UU. se ha desarrollado a expensas de ALC. Al articular la “Doctrina Monroe” en 1823, EE. UU. empezó a pregonar su dominación sobre el continente americano. A partir de entonces, EE. UU., por medio de intervenciones militares y otras maniobras, ha usurpado vastos territorios de ALC, especialmente de México.
Cuando la República fue proclamada en 1823, México tenía un territorio de más de 4 millones de kilómetros cuadrados. Tal como exclamó el pueblo mexicano con entusiasmo, su nueva patria tiene una ubicación geográfica privilegiada, recursos abundantes y tierras fértiles, y debe ser un ejemplo para el mundo. Sin embargo, EE. UU. arrebató más de 2,3 millones de kilómetros cuadrados de territorios mexicanos con fuerza, engaño y coerción. Mientras EE. UU. se consolidó como la superpotencia que colinda al oriente con el Atlántico y al poniente con el Pacífico, México perdió más de la mitad de su territorio, cuyo desarrollo nacional y proceso de industrialización se vieron frustrados. Hace más de 100 años, el entonces Presidente mexicano Porfirio Díaz lamentó: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de EE. UU.”
EE. UU. también ha controlado las arterias económicas de los países de la región mediante monopolios, y explotado a estos países para alimentar su propio desarrollo. Empresas estadounidenses, como la United Fruit Company, ocuparon tierras fértiles, monopolizaron la producción y el comercio, controlaron ferrocarriles y puertos, y disfrutaron de privilegios en aranceles y telecomunicaciones, convirtiendo a los países de Centroamérica en “repúblicas bananeras” llenas de cicatrices. Esto ha hundido a estos países en una situación rezagada marcada por la economía monoproductora. Como consecuencia, parte de su población abandonó el hogar para ganarse la vida en EE. UU., y llegó a ser una fuente importante de la inmigración ilegal en ese país. Puede decirse que la pobreza prolongada en ALC, causada por la explotación estadounidense, es la raíz del problema de los inmigrantes indocumentados. El pensador cubano José Martí señaló acertadamente: “el pueblo que confía su subsistencia en un solo producto, se suicida.”
Hoy en día, EE. UU., plagado de problemas, vuelve a dirigir su mirada codiciosa hacia sus vecinos, intenta repetir la historia y convertir a ALC en nutrientes de “MAGA”. Actualmente, EE. UU. tiene una deuda pública de 36 billones de dólares, con intereses anuales que superan un billón de dólares. A pesar de tamaño déficit fiscal, el Tío Sam todavía quiere reducir los impuestos a sus empresas. Entonces, ¿cómo se puede cerrar tal agujero? A EE. UU. se le ocurre la idea de “tratar sus enfermedades internas con remedios externos”, es decir, quiere explotar a otros países por su desarrollo propio. Hoy en día, si los países optan por tolerar y ceder ante EE. UU., un pozo sin fondo que no puede llenarse, solo alentarían a EE. UU. a ir más lejos. Tomemos el ejemplo de Panamá: en el ejercicio fiscal 2024, el Canal de Panamá generó un ingreso total de casi 5 mil millones de dólares, y su ingreso neto alcanzó 3,45 mil millones de dólares. Se trata de una fuente importante de ingresos para el país. La Administración estadounidense, al exigir el derecho del tránsito gratis para sus buques de guerra, está calculando cómo controlar la gestión del Canal y apoderarse de este. De perder esta vía interoceánica, ¿de qué vivirá el pueblo panameño? La tolerancia y la concesión solo conducirá a un callejón sin salida.
EE. UU. sufre de una grave desindustrialización y una capacidad insuficiente para generar crecimiento económico. Está haciendo todo lo posible para repatriar la industria manufacturera y ha reiniciado la “guerra global de aranceles”. Recientemente, anunció la suspensión temporal de los aranceles del 25% sobre los productos importados de México y Canadá, pero luego impuso nuevos aranceles sobre el acero y el aluminio. Para EE. UU., Canadá, Brasil y México son sus tres principales proveedores de acero, y Canadá y México son sus suministradores de aluminio más importantes. Al entender esto, queda claro que las inversiones prometidas por EE. UU. o son cheques en blanco o llevan la intención de monopolizar y acaparar. Algunos países albergan la ilusión de mostrarse sumisos a cambio de inversiones estadounidenses, pero el resultado no será otro sino abrir la puerta a EE. UU., que solo busca ser el ganador que se lo lleva todo. La historia es el mejor antídoto. Se recomienda a estos países que lean de nuevo “Las Venas Abiertas de América Latina”.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los países de ALC implementaron políticas multilaterales abiertas y estrategias de diversificación económica, llevaron a cabo activamente la cooperación regional y sub-regional, y expandieron sus relaciones con países extrarregionales, logrando resultados positivos. En particular, la cooperación con China se ha convertido en un importante motor para el desarrollo sostenible de los países de la región. El megamercado de China ofrece más oportunidades para los productos de la región. En comparación con el año 2000, el comercio entre China y ALC en 2024 se multiplicó por 40 veces para sobrepasar históricamente los 500 mil millones de dólares, superando con creces la tasa de crecimiento general del comercio exterior de ALC en el mismo período. En el marco de la cooperación de la Franja y la Ruta, China, con la puesta en marcha de más de 200 proyectos de infraestructura en ALC, ha creado casi un millón de empleos y sentado una base sólida para que los países regionales superen sus cuellos de botella en pos del desarrollo sostenible. La Iniciativa de la Franja y la Ruta también se ha alineado con el “Programa de Aceleración del Crecimiento”, la “Nueva Industria de Brasil”, el “Plan de Transición Ecológica” y el “la Hoja de Ruta para la Integración de América del Sur” que propuso Brasil, fomentando la ejecución del “Plan de Transformación Digital 2035” de Chile, la “Estrategia Nacional de Logística 2030” de Panamá y la “Estrategia de Desarrollo de Diversificación” de Trinidad y Tobago. Además, China ha colaborado activamente con países de la región en áreas como la economía digital y verde, acumulando impulso para el futuro desarrollo. Ciertos países han optado por “dar marcha atrás” en su cooperación con China para demostrar su gesto de sumisión a EE. UU., sin darse cuenta de que al hacerlo, pierden a China, pierden mercados, pierden oportunidades y pierden su futuro. Terminarán por hundirse en la triste situación de estar a merced de la explotación de EE. UU.
Según los últimos datos, en 2024 el déficit comercial de EE. UU. alcanzó un récord de 1,21 billones de dólares, un 50% más que la cifra antes del inicio de la “guerra global de aranceles”. Esto demuestra que la presión extrema no resuelve los problemas. Frente a la coacción y la presión, decir “No” a las prácticas intimidatorias en defensa de los derechos e intereses legítimos es la elección correcta. Como lo que dijo el Presidente de Brasil Lula en referencia a EE. UU., “ningún país puede pelearse con todo el mundo todo el tiempo”. Aunque los países pequeños parecen débiles, tienen una rica experiencia en la lucha contra EE. UU.. La recuperación de la soberanía del Canal de Panamá es justamente el resultado de la larga lucha del gobierno y el pueblo panameños. Frente a la presión constante de EE. UU., solo con la lucha podrá un país salvaguardar su soberanía, su derecho a la subsistencia y su derecho al desarrollo. De cara a las acciones retrógradas de EE. UU. que han causado la indignación general, ningún país está luchando solo, en cambio, los países de ALC deben fortalecer la colaboración en contra de la hegemonía en el marco de mecanismos como la CELAC, al tiempo de seguir adhiriéndose al regionalismo abierto, para ampliar su espacio de desarrollo y margen de maniobra en la lucha. El mundo de hoy ya no es el mismo que en 1823. La trágica historia de la explotación de América Latina en beneficio de EE. UU. no debería haber ocurrido, ni mucho menos debe repetirse. Confiamos en que no se repetirá.
(Lu Daxin, Investigador en Asuntos Internacionales.)