En los últimos días, Beijing ha sido el destino de una inusual oleada de figuras políticas y empresariales de Estados Unidos. Este hecho da mucho que pensar, especialmente considerando que Washington ha intensificado recientemente la guerra comercial a nivel global y amenaza con imponer aranceles recíprocos a principios del próximo mes. En este contexto, la visita a China del senador federal del partido republicano Steve Daines, la primera figura política estadounidense en hacerlo bajo la nueva administración, ha llamado mucha atención.

El día 23, durante su encuentro con la delegación liderada por Steve Daines, un alto funcionario chino expresó con claridad y firmeza la postura de su país. Subrayó que, cuanto mayores sean los desafíos en las relaciones entre China y Estados Unidos, más crucial será proteger y fortalecer la cooperación económica y comercial bilateral, inyectando así una estabilidad constante en los lazos entre ambas naciones. Además, advirtió que en una guerra comercial no hay ganadores y que ningún país puede prosperar elevando aranceles. En su opinión, problemas como los desequilibrios comerciales deben abordarse ampliando la cooperación para generar mayores beneficios. Sus declaraciones no solo representan una advertencia para Washington ante una posible escalada del conflicto comercial, sino que también resaltan la esencia de las relaciones económicas entre ambas potencias: el beneficio mutuo. Asimismo, propuso una solución de fondo para enfrentar los desafíos bilaterales en este ámbito.
Lo más importante es que recientemente, el gobierno chino ha implementado un conjunto de políticas clave para ampliar la apertura y atraer inversión extranjera, lo que ha reforzado la confianza de las empresas estadounidenses en el potencial del desarrollo económico a largo plazo de China y en los beneficios extraordinarios que sigue generando la inversión en el país. Mientras las compañías de Estados Unidos llegan a China en grupo, dentro de su propio país aumentan las críticas y reflexiones sobre las fallidas políticas económicas de la Casa Blanca. La razón es muy simple: aunque Washington aún no ha desplegado por completo su arsenal arancelario, los efectos negativos sobre su propia economía se hacen cada vez más notorios. Numerosos análisis advierten que la guerra comercial, disfrazada de nacionalismo económico, no resolverá el déficit comercial de Estados Unidos ni promoverá de vuelta su manufactura. Por el contrario, incrementará el riesgo de estanflación, profundizará la situación difícil de la vida del pueblo y aislará aún más a Washington en la comunidad internacional.