El Gobierno estadounidense anunció el 2 de abril la imposición de aranceles recíprocos a todos sus socios comerciales. En respuesta, China declaró que, a partir del 10 de abril, aplicará un arancel adicional del 34 % a todos los productos importados desde Estados Unidos. Además, iniciará un procedimiento contra EE. UU. en el marco del Mecanismo de Solución de Diferencias de la Organización Mundial del Comercio (OMC) e incluirá a varias entidades estadounidenses en su lista de control de exportaciones.

Las medidas adoptadas por China son precisas y proporcionales, demostrando su determinación de proteger su soberanía, seguridad y derechos de desarrollo, al mismo tiempo que defiende las normas del comercio internacional y el sistema multilateral. Esta acción también sirve como una advertencia a Washington, de que la imposición reiterada de aranceles a otros países solo generará represalias y consecuencias negativas para quien los aplique.
Los aranceles de EE. UU. no resolverán su problema de desequilibrio comercial, sino que agravarán sus dificultades económicas. Según datos del Departamento de Comercio estadounidense, el déficit comercial del país alcanzó 1,21 billones de dólares en 2024, un 50 % más que en 2017, antes de que Washington iniciara una guerra arancelaria global. En el mismo período, el superávit comercial de China con EE. UU. aumentó de 323.330 millones a 361.000 millones de dólares, lo que confirma que las barreras arancelarias no solucionan las preocupaciones comerciales estadounidenses y que la cooperación mutuamente beneficiosa es la aspiración común de los pueblos de todos los países.
Por otro lado, las tarifas arancelarias impuestas por EE. UU. contradicen su objetivo de controlar la inflación. En marzo, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de EE. UU. registró un aumento interanual del 3,5 %, el nivel más alto desde septiembre de 2023. La confianza del consumidor estadounidense, por su parte, cayó por cuarto mes consecutivo, ubicándose en 92,9 puntos. Un estudio de la Universidad de Yale revela que, si otros países responden con represalias arancelarias, el aumento en los precios al consumo en EE. UU. podría ampliarse al 2,1 % a corto plazo.
En un contexto global marcado por la multipolaridad y la interdependencia económica, el unilateralismo y el proteccionismo resultan contraproducentes. Estados Unidos debe corregir de inmediato sus prácticas erróneas y dejar de utilizar los aranceles como herramienta de presión para coaccionar a otros países. La comunidad internacional, por su parte, debe unirse para defender el sistema de comercio multilateral. Cabe destacar que ni la guerra comercial ni la guerra arancelaria tienen ganadores, y esta vez no será la excepción.