Privacidad y Cookies

Al continuar navegando en esta web acepta el uso de cookies, la política de privacidad revisada y los términos de uso. Puede cambiar la configuración de las cookies en su navegador.

Estoy de acuerdo
Frente a una guerra arancelaria, el apaciguamiento nunca es una opción
Artículo de opinión

En los últimos días, Estados Unidos ha iniciado negociaciones sobre los llamados "aranceles recíprocos" con el objetivo de obligar a sus socios comerciales a doblegarse y ceder. En las consultas económicas y comerciales entre Estados Unidos y Japón, Washington exigió a Tokio que hiciera concesiones en el tipo de cambio y aumentara el gasto en defensa, lo que dejó al descubierto el egoísmo de EE. UU.

Además, la Administración Trump intenta presionar a otros países en las negociaciones arancelarias, pidiéndoles que restrinjan el comercio con China a cambio de exenciones arancelarias. De esta manera, estaría obligando a estos países a tomar partido entre China y Estados Unidos, en un vano intento de aplicar la política de poder y la confrontación entre bloques en los ámbitos económico y comercial.

Pero, ¿cuál ha sido el resultado? Con respecto a las señales de negociación arancelaria lanzadas por Estados Unidos, muy pocas economías las han asumido realmente. La razón es sencilla: la imposición indiscriminada de aranceles por parte de Estados Unidos equivale a "entrar en disputa" con todo el mundo. Ante el garrote arancelario, el apaciguamiento no traerá la paz; ante la práctica de Washington de meter cizaña para provocar divisiones, transigir no ganará respeto. Esta es la opinión de muchos países.

En la actualidad, ante el acoso comercial de EE. UU., incluso sus aliados tradicionales han mostrado una actitud de lucha decidida. La Unión Europea tomó rápidamente contramedidas; Canadá declaró que la "era de las relaciones estrechas" entre este país y Estados Unidos había llegado a su fin, y Australia dijo que no transigiría con Estados Unidos. Tras la llegada al poder del actual Gobierno estadounidense, este ha ignorado repetidamente los intereses de sus aliados en importantes cuestiones económicas y de seguridad, de modo que la confianza de estos últimos en Washington ha caído al nivel más bajo. Ante la tentación de Estados Unidos de establecer una unión aduanera contra China, ninguna de las principales economías occidentales se ha hecho eco de la iniciativa de Washington de manera abierta hasta ahora. Por el contrario, la ministra de Economía y Hacienda británica, Rachel Reeves, declaró recientemente a los medios de comunicación que desvincularse de China es un planteamiento "muy estúpido", y que la cooperación con China se alinea con los intereses nacionales de Reino Unido.

Como dice un viejo refrán chino: "Quien sigue el camino de la justicia cuenta con mucho apoyo; quien lo abandona, con poco". Por mucho que Estados Unidos levante muros y desacople, la tendencia a la globalización económica es irreversible. ¿Es mejor sucumbir a la intimidación al estilo estadounidense o insistir en la apertura y la cooperación? ¿Dejar que la ley de la selva campe a sus anchas o tomar el camino de la igualdad y el beneficio mutuo? Cada una de las economías tiene su respuesta adecuada.

La ministra de Economía y Hacienda británica, Rachel Reeves, declaró recientemente a los medios de comunicación que desvincularse de China es un planteamiento "muy estúpido".