"Me siento bien". A las 9:33 de la mañana del 15 de octubre de 2003, Yang Liwei pronunció estas tres palabras, que llevaron al general Li Jinan, director general del Programa Espacial Tripulado de China, a anunciar el éxito de la primera misión tripulada en la historia del país. Ese día, China se convirtió en el tercer país del mundo, solo por detrás de la Unión Soviética y Estados Unidos, en desarrollar de manera independiente la tecnología necesaria para realizar viajes espaciales tripulados.

Desde 1998, catorce antiguos pilotos de aviones de combate de las fuerzas aéreas del país se preparaban con el objetivo de hacer realidad uno de los más antiguos anhelos de China: la exploración del universo. La noche antes del lanzamiento, Yang Liwei, de 38 años y originario de Suizhong, fue seleccionado para participar en la misión Shenzhou-5.
Nueve minutos y 50 segundos después de su lanzamiento, la nave se separó de la segunda etapa del cohete portador Gran Marcha 2F y entró en su órbita inicial. Yang orbitó la Tierra 14 veces y regresó con éxito a la región autónoma de Mongolia Interior después de 21 horas y 23 minutos, cumpliendo así la promesa que le hizo al pueblo chino: "No os defraudaré".
El primer taikonauta de la historia reportó a los científicos del programa la resonancia de baja frecuencia que encontró durante el viaje, un sonido que intentó reproducir sin éxito en su regreso a la Tierra. Gracias a sus experiencias, se implementaron 180 mejoras tecnológicas para la misión Shenzhou-6, cuyo lanzamiento tuvo lugar el 12 de octubre de 2005.