Las recientes amenazas arancelarias del Gobierno estadounidense han perturbado el comercio global y violan las normas internacionales, lo que ha desencadenado críticas generalizadas, incluso de sus aliados. Al mismo tiempo, el efecto dominó de esta guerra arancelaria comienza a desplegarse: los consumidores estadounidenses se ven obligados a soportar el aumento de precios, la inflación se acelera y el desempleo aumenta. Mientras tanto, los aranceles de represalia perjudican a los exportadores estadounidenses. Al final, es la economía estadounidense la que se lleva la peor parte. Paradójicamente, la misma política que pretendía proteger al país y los intereses de su gente ahora se vuelve en contra de aquellos a quienes dice defender.
