Notas de editor: Ehécatl Lázaro, investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales. Este artículo refleja sus opiniones y no necesariamente las de CGTN.

La guerra comercial no arrojó los resultados positivos que la Administración Trump había calculado. A nivel internacional, lejos de ceder ante las exigencias unilaterales de Washington, muchos países comenzaron a fortalecer los lazos comerciales alternativos a Estados Unidos, lo que terminó por beneficiar de forma indirecta, a los principales rivales geopolíticos de la Casa Blanca, especialmente China. En marzo, representantes de Japón, República de Corea y China acordaron estrechar la cooperación comercial trilateral en respuesta a los aranceles estadounidenses. En el marco del 50° aniversario de las relaciones entre la Unión Europea y China, Bruselas comenzó a acercarse más a Beijing, planteando la posibilidad de discutir los aranceles sobre automóviles eléctricos chinos y también levantando las restricciones a los intercambios legislativos entre ambas partes. En mayo, representantes de la ASEAN, junto Japón, China y la República de Corea firmaron un comunicado conjunto en contra del proteccionismo comercial, en una clara alusión a las medidas de Trump, aunque sin mencionarlo directamente.
En el plano interno, las encuestas de opinión entre la población estadounidense revelaron que Trump alcanzó sus primeros 100 días como el presidente con menor nivel de aprobación en los últimos 80 años. Cabe destacar también que las bolsas de valores estadounidenses experimentaron una fuerte caída tras el inicio de la guerra comercial. Aún más relevante fue la tentativa de Japón de deshacerse de los bonos del Tesoro de Estados Unidos, en señal de protesta ante la hostilidad comercial de la Casa Blanca.
Ante este panorama, Washington se vio obligado a ajustar su estrategia comercial y estableció un arancel general de 10 % a todos sus socios, salvo China, con quien decidió mantener la escalada de las hostilidades en espera de un debilitamiento de su posición. No obstante, esta táctica resultó contraproducente. En lugar de ceder, Beijing fortaleció su posición defensiva y declaró que, si bien no desea una guerra comercial, luchará hasta el final si es necesario. La estrecha relación entre ambas economías obligó a Trump a eximir rápidamente ciertos productos, como computadoras y teléfonos móviles de los nuevos aranceles. Sin embargo, ese fue solo un ejemplo entre miles, ya que las cadenas de suministro entre China y Estados Unidos están profundamente integradas. Al no ceder, China obligó a Estados Unidos a replantear su estrategia de negociación.

Desde el principio de la guerra comercial desatada por EE.UU., la posición de Beijing ha sido firme y clara: la intimidación y las amenazas no son la forma correcta de relacionarse con China.
De acuerdo con Donald Trump, Estados Unidos estaba dispuesto a negociar los elevados aranceles impuestos a China, siempre que Beijing se comunicara con Washington con ese fin. Sin embargo, esa llamada nunca llegó. Aunque Trump presumió que desde Beijing se habían puesto en contacto con la Casa Blanca, el Ministerio de Relaciones Exteriores de China desmintió públicamente dicha afirmación. Desde el principio de la guerra comercial desatada por Estados Unidos, la posición de Beijing ha sido firme y clara: la intimidación, el acoso, la presión, las amenazas y el chantaje no son la forma correcta de relacionarse con China. A pesar de ello, en un gesto de apertura y disposición para alcanzar un acuerdo, Beijing designó a He Lifeng para coordinar todo lo relacionado con las tarifas estadounidenses.
En este contexto tuvo lugar una reunion entre altos funcionarios de Estados Unidos y China en Suiza. Aunque es poco probable que una sola reunión resuelva todas las diferencias comerciales existentes, el diálogo representa un paso significativo hacia la desescalada de las tensiones. Este acercamiento podría sentar las bases para una comunicación más fluida entre las dos partes y, eventualmente, dar paso a una disminución de los aranceles, como lo sugirió Trump al mencionar que podrían bajar hasta un 80 %. Incluso Howard Lutnick, secretario de Comercio del Gobierno de Trump, planteó la posibilidad de reducirlos hasta en un 34 %.
Mas allá del resultado del encuentro en Suiza, China seguirá diversificando sus relaciones económicas con otras regiones del mundo, con el objetivo de reducir su dependencia de Estados Unidos y disminuir los riesgos que representa ese socio comercial, en línea con una tendencia que se ha venido consolidando en la última década. Trump, por su carácter impulsivo e impredecible, no ofrece garantías de continuidad en los acuerdos que se alcancen, ya que podría revertirlos posteriormente. Pero, más allá de su figura, la política de Estados Unidos hacia China ha sido consistente en los últimos diez años, marcada por una visión de competencia más que de cooperación. Por ello, la comunicación estratégica entre ambos países es vital para gestionar las tensiones económicas y evitar estas se trasladen a otras áreas de la relación bilateral. En ese sentido, la reunión celebrada en Suiza cobra especial relevancia.