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El primer paso para salir del bosque oscuro
CGTN Español

Tras el humo de la batalla, en la antesala del presente. 

El orden político y económico establecido después de la Segunda Guerra Mundial contra el fascismo —basado en la Carta de las Naciones Unidas, articulado en torno a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y cimentado en el Sistema de Bretton Woods— enfrenta hoy profundas crisis, originadas por la presión de las superpotencias, el chantaje comercial ejercido por economías dominantes y el uso instrumental de la hegemonía monetaria contra la estabilidad del sistema financiero global.

A diferencia de otros conflictos armados y guerras locales surgidos en distintas regiones, la actual crisis mundial del comercio —provocada por la política de “aranceles recíprocos” impulsada por Estados Unidos— socava de forma sistémica la globalización económica basada en el libre comercio. Si bien los aranceles son, en sí mismos, una herramienta legítima de política económica, pues otorgan ventajas competitivas a los productos nacionales frente a los importados y generan ingresos para el Estado, su uso indiscriminado distorsiona las reglas del comercio internacional reconocidas por las principales organizaciones globales del sector.

Pero no es difícil imaginar que unas barreras arancelarias excesivamente altas socavan profundamente la vitalidad del intercambio comercial. Por ello, tanto la Ronda de Uruguay como la de Doha, en el marco de las negociaciones de la OMC, colocaron en el centro del debate la necesidad de mantener niveles arancelarios razonables e incluso bajos.

En contraste, imponer aranceles elevados a un país empobrecido puede destruir, de un día para otro, una economía ya frágil; esto no es una mera hipótesis. Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), si Estados Unidos no elimina por completo sus aranceles tras un periodo de gracia de noventa días, países menos adelantados como Haití y Lesoto podrían enfrentarse a riesgos económicos sin precedentes. A su vez, el aumento de aranceles contra China, que como sabemos es la segunda economía mundial, y los efectos colaterales derivados podrían desencadenar una catástrofe en las cadenas de valor globales, cuyas consecuencias ni siquiera Estados Unidos estaría en condiciones de soportar.

La idea simplista de compensar el déficit comercial con aranceles y al mismo tiempo reactivar la industria manufacturera, constituye “un grave error de cálculo económico”, tal como advierte el académico sudafricano Busani Ngcaweni. 

La deslocalización de la industria manufacturera estadounidense consolidó su posición dominante dentro del sistema global de valor y le reportó enormes beneficios; fue, en esencia, una decisión estratégica voluntaria de una gran potencia. En cambio, la imposición de barreras arancelarias descomunales encarecería las materias primas en su propio territorio, condenando a la industria manufacturera a la parálisis. De este modo, los aranceles dejarían de ser una herramienta de regulación legítima para convertirse en un arma económica de doble filo, que perjudica tanto al supuesto adversario como al propio país que los impone.

Y este ni siquiera es el efecto más devastador de la crisis actual. Como ilustra Liu Cixin en su novela de ciencia ficción El problema de los tres cuerpos, cuando una civilización no puede saber si otra es benevolente o si mantendrá su benevolencia en el futuro, la opción más racional es atacar primero: es la lógica del “bosque oscuro”. La guerra arancelaria encarna precisamente el primer eslabón de esa “cadena de sospecha”. Si un actor económico no puede prever si otro, más poderoso, recurrirá una y otra vez al chantaje económico mediante aranceles, su única opción racional es reducir o suspender el comercio con él para evitar pérdidas mayores. Esa desconfianza sistemática puede acabar desencadenando el colapso de las cadenas de valor globales.

Por fortuna, el peor de los escenarios no se ha materializado. De acuerdo con lo establecido en las negociaciones entre China y Estados Unidos, y conforme al espíritu de la declaración conjunta firmada en Ginebra, la Casa Blanca anunció que, a partir del 14 de mayo a las 00:01 (hora de la Costa Este de EE. UU.), ajustaría sus medidas arancelarias adicionales sobre China. De forma recíproca, el Consejo de Estado de China comunicó que, a partir del 14 de mayo a las 12:01 (hora de Beijing), también ajustaría sus medidas de aranceles adicionales sobre Estados Unidos.

Aunque persisten numerosos desafíos e incertidumbres, este ajuste arancelario reabre el camino para productores y comerciantes de ambos países, y permitirá que el coste de vida de los consumidores entre en una nueva normalidad. El saludable reajuste en la estructura arancelaria entre la primera y la segunda economía mundial supondrá un impulso tangible para la economía global, brindando oportunidades y confianza a más actores del sistema internacional. A partir de este paso, confiamos en que la economía mundial podrá salir del “bosque oscuro” para avanzar hacia la reconstrucción de un comercio verdaderamente justo, una justicia internacional sólida y unos valores humanos compartidos.