"Es un título irónico, también una pequeña provocación al lector", explica el novelista español Manuel Vilas al responder a la pregunta sobre el nombre de su obra El mejor libro del mundo. Según él, el título invita al lector a preguntarse si realmente puede existir el mejor libro del mundo. Lo eligió, dice, porque un escritor siempre debe intentar escribir el mejor libro del mundo. "Aunque fracase en ese intento —y seguro que va a fracasar", añade con una sonrisa.

El motivo de esta elección resulta particularmente interesante desde una perspectiva cultural, ya que toca un punto sensible en el núcleo del pensamiento confuciano. La tradición cultural china enseña que un caballero debe ser humilde. En este sentido, el título, con su tono irónico, puede resultar especialmente provocador para los lectores de Asia Oriental… aunque eso será más adelante, ya que esta nueva novela aún no ha sido publicada en chino.
Los lectores chinos ya han tenido acceso a la traducción al chino de la novela autobiográfica más representativa de Manuel Vilas: Ordesa. A través de ella, han podido conocer de manera directa el estilo literario único de este autor español. Ordesa puede considerarse la mejor puerta de entrada a su obra. Aunque su línea argumental principal se enmarca dentro de temas clásicos de la literatura hispana —la familia, la memoria y la muerte—, la inclusión de recuerdos auténticos de la vida del autor le otorga un valor doble. “Recorrer la historia de varias décadas de España a través de la historia de una familia” es una fórmula común en muchas presentaciones de la obra, y aunque es una descripción acertada, no termina de capturar toda su profundidad.

En conversación, al propio Vilas no le agrada jugar con conceptos abstractos o excesivamente complejos. Prefiere transmitir su visión literaria a través de una narrativa cargada de imágenes, relatando su proceso creativo de forma honesta y sencilla. Al hablar de Ordesa, la describe así:
"Es una novela sobre mi familia y la muerte de mis padres, pensada para emocionar a cualquiera que haya amado a sus progenitores. Habla de cómo un padre o una madre aman a su hijo, un tema universal que explora la relación entre padres e hijos. La historia transcurre en la España de los años sesenta y principios de los setenta: cómo era esa familia, cómo eran el padre y la madre, cómo vivían, qué hacían… Es, en buena medida, una exploración psicológica y sociológica de las familias de clase media de aquella época."
Este retrato familiar ha encontrado eco en todo el mundo: la novela ha sido traducida a más de veinte idiomas, y resulta revelador observar cómo cada país, en las décadas de los sesenta y setenta del siglo XX, intentó construir su propia clase media. Gracias al formato autobiográfico, Vilas logra extraer reflexiones abstractas (a veces poéticas, otras filosóficas, incluso humorísticas), que incluyen elementos de crítica social sin caer en las trampas del análisis académico.
En su obra, la intimidad de los vínculos familiares se convierte en la base desde la cual se construye el anhelo de una vida feliz, enmarcada en los símbolos y discursos de una época. Algunos de sus relatos están impregnados de esas huellas, como el poema de los vehículos en Ordesa:
Por el largo aparcamiento junto al mar,
un niño en bañador está curioseando el cuentakilómetros
de un Porsche: 210, 230, 250, 270, 290.
El automóvil de su padre termina en 160 km/h.
Y es nuevo, y era el mejor y el más veloz, dijo el padre.
Eso le entristece
Esa gente tan alta y tan guapa, ¿de dónde viene?
Parecen más felices que nosotros.
Esta narración poética nació de la realidad histórica del problema industrial y económico que vivía España en los años setenta. La memoria vívida de un chico español sobre la velocidad de un coche desconocido se convierte en una interpretación simbólica de la brecha entre Europa occidental y el sur del continente. Es un fragmento de la historia moderna, pero también un retrato íntimo de la vida cotidiana de la clase media española.
En 1975, año en que se sitúa la historia evocada en el poema, el milagro económico español acababa de llegar a su fin. La tasa de crecimiento económico se desplomó más de cinco puntos porcentuales y la tasa de desempleo duplicada en tan solo un año. Aunque los países de Europa occidental mencionados en el poema tampoco avanzaban sin dificultades, esa diferencia, percibida en los pequeños detalles de la vida diaria, golpeó profundamente el alma de aquel joven del sur europeo como el rugido de un motor desconocido y lejano.
La economía y, en este caso, la brecha en la capacidad industrial y de fabricación, se reflejaba en cada rincón de la vida cotidiana, incluso en las relaciones más íntimas. No porque exista necesariamente una correlación directa entre el nivel económico y los sentimientos personales, sino porque, al reencontrarse años más tarde, esas diferencias se hacen palpables. Como alguien que creció con el proceso de reforma y apertura de China, sostengo que la distancia económica y la estrechez de mundo pueden avergonzar a un joven, pero que la verdadera riqueza interior lo salva de caer en la inferioridad.
Para Manuel Vilas, antes de encontrarse con la literatura, fue la música rock la que marcó su camino. Esta expresión musical, profundamente moderna, tuvo un impacto integral en la adolescencia europea. A diferencia de otras formas comerciales, el rock, con su complejidad y contradicción inherentes, suscita reflexiones similares a las de la literatura seria. Como señala G. Marcus en su libro, los grandes artistas del rock conectan con su público y crean vínculos inesperados, pero solo aquellos que reflexionan sobre el impacto de su obra evolucionan. Al descubrir que sus verdades pueden convertirse en mentiras, o que el placer puede volverse horror, se enfrentan a un dilema: alejarse y perder la fuerza de sentirse imprescindibles, o ceder a la imagen que su audiencia espera, sacrificando así su capacidad de creación.
Al hablar de la influencia de esta música en su vida, Manuel Vilas ofrece una larga lista de referentes que marcaron su juventud:
"Cuando yo tenía 11 o 12 años en España, nos fascinó el rock and roll que llegaba desde Estados Unidos e Inglaterra. Grupos como los Beatles, los Rolling Stones, Bob Dylan, David Bowie, Bruce Springsteen, Velvet Underground o Joy Division nos cautivaron porque eran rebeldes, distintos, llenos de imaginación y energía. Esa música provocaba en nosotros una euforia y un inmenso deseo de vivir, de sentirnos jóvenes. A mí, en particular, me impactó Lou Reed como solista y, muy especialmente, Bob Dylan."
"A Bob Dylan le preguntaron que por qué siempre estaba de un lado para otro y contestó:
--¿Y qué hay en casa? "
No se trata solo de un pequeño guiño humorístico, sino también de una concepción de la vida y de la escritura. La frase despierta una curiosidad genuina: ¿acaso este escritor español, que en su obra insiste en "caminar, rodar, viajar, moverse", concibe también el viaje (al igual que lo haría aquel bardo del rock) como una forma de convivir con el mundo?
Al abordar la noción del tiempo, surge inevitablemente la reflexión sobre el espacio. En una entrevista concedida a medios europeos, Vilas subrayó que su obra, e incluso su propia identidad, están impregnadas de un fuerte "color mediterráneo". Para los lectores chinos, este "mediterraneísmo" merece una explicación: ¿qué implica exactamente? ¿Una forma de vida, una sensibilidad cultural, un paisaje específico, o los productos típicos de una región?
Para Vilas, la cultura española es, ante todo, cultura mediterránea. Al igual que Italia, Francia o Grecia, España es hija del Mediterráneo. Mucho antes de llamarse así, la península ibérica ya había sido conquistada y romanizada, lo que convirtió a sus habitantes en herederos de una civilización moldeada por el sol, el clima benigno, una estética luminosa y un saber cotidiano lleno de matices.
Esa herencia se refleja en el amor por la luz y la brisa marina, así como en la pasión por la huerta —las verduras y hortalizas frescas—, las carnes a la plancha y el pescado del día. Hoy, se habla ampliamente de la "dieta mediterránea" como una de las más saludables del mundo, basada en estos alimentos y, sobre todo, en el aceite de oliva. "En España, recuerda Vilas, si no hay aceite de oliva, no se cocina de verdad."
De esa misma raíz emerge su inquietud literaria y la tensión entre lo local y lo global. Barbastro, su pueblo natal en el norte de España, reaparece con frecuencia en sus textos como un vínculo inquebrantable con sus orígenes. Sin embargo, sus personajes también viajan, exploran el mundo y se enfrentan a otras realidades. Vilas insiste en que, a menudo, las vivencias de un rincón del mundo pueden tener una resonancia universal: no hace falta irse a Nueva York para contar una historia que hable al mundo.
Esta elección entre lo local y lo internacional remite, en cierto sentido, a una filosofía de convivencia entre personas, grupos sociales y, al mismo tiempo, entre civilizaciones diversas. En una entrevista, Vilas confesó que, debido a la compleja historia contemporánea de España, una de las cosas que más le han dolido es la intolerancia con la que algunas personas enfrentan lo "diferente" cuando se abordan temas sensibles.
Le mencioné entonces un pensamiento confuciano: "El hombre noble busca la armonía sin renunciar a sus diferencias", y le pregunté si esa visión oriental de afrontar la diversidad se acercaba a la idea que él tenía en mente. Su respuesta fue firme y sin titubeos: "La tolerancia, lo más importante es la tolerancia. Ser una persona tolerante: a mí me encanta esa forma de entender la vida, en la que una persona piensa de una manera, otra piensa distinto, y no pasa nada, pueden convivir."
Al terminar la charla, y justo antes de participar en un acto público junto a su homólogo colombiano Santiago Gamboa en el Instituto Cervantes, el novelista español resumió con entusiasmo su primera visita a la parte continental de China: "En esta última etapa del viaje quiero compartir algunas impresiones. Ha sido un trayecto muy impactante: China me ha sorprendido muchísimo. Aún es pronto para asimilar todo lo que he visto; necesitaré, al regresar a España, seguir reflexionando sobre ello. He comprobado que es una sociedad muy trabajadora y organizada, con una planificación sorprendente. Beijing, por ejemplo, es una ciudad extremadamente moderna y, a pesar de la gran cantidad de tráfico, este fluye con agilidad —muy distinto a Madrid, donde el tráfico suele ser un problema."
Antes de despedirse, quiso destacar un mensaje clave: la importancia de fortalecer el puente cultural entre China y España a través de la literatura. Señaló que las comunidades literarias de ambos países deben aprovechar el buen momento de la relación bilateral para impulsar la traducción de obras importantes, tanto clásicas como contemporáneas, para profundizar la comprensión mutua a través de los versos y las páginas compartidas: "Es muy importante la labor de los traductores, porque permite y refuerza la relación política entre dos países. Ahora esa relación entre España y China es muy buena; el presidente Pedro Sánchez viene mucho a China, y eso favorece los intercambios culturales. Yo creo que España y China son dos países que tienen algo en común, tienen cosas en común. Creo que comparten, tal vez, una fuerza de vivir, una auténtica alegría de vivir. Ojalá las relaciones entre España y China sean más profundas y podamos conocer más la literatura china gracias a las traducciones."