El 12 de julio, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció un arancel del 30 % a las importaciones procedentes de la Unión Europea a partir del 1 de agosto. El día 13, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declaró que Estados Unidos había enviado una carta en la que se informaba de la aplicación de medidas arancelarias a menos que se llegara a una solución mediante negociaciones. En respuesta, Von der Leyen anunció que la UE prorrogaría la suspensión de sus contramedidas contra el país norteamericano hasta principios de agosto.
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No obstante, esta declaración suscitó dudas en el seno de la UE. Ese mismo día, el presidente de la Comisión de Comercio Internacional del Parlamento Europeo, Bernd Lange, retuiteó la noticia y expresó su escepticismo sobre si dar nuevas cesiones era el camino correcto.
El canciller alemán, Friedrich Merz, aseguró que los aranceles del 30 % impuestos a partir del 1 de agosto golpearán fuertemente a la industria exportadora alemana y manifestó su esperanza de alcanzar una solución.
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, también se pronunció al respecto e indicó que una guerra comercial en Occidente debilitaría a todos.
Por su parte, el vicepresidente y ministro de Asuntos Exteriores de Bélgica, Maxime Prévot, afirmó que la escalada arancelaria solo conducirá a una situación en la que todos pierden.