En campos de entrenamiento de Beijing, el fútbol trasciende fronteras. Los ojos de jóvenes chinos y extranjeros brillan al hablar del deporte que aman. Más allá de la técnica, el fútbol teje lazos inquebrantables. Molly ha hecho amigos de Alemania, Reino Unido, Estados Unidos y Corea en los entrenamientos: “Solemos practicar deportes como el fútbol, el baloncesto y voleibol en la escuela y salir juntos e ir a casa de otro”. Los jóvenes aprenden respeto, trabajo en equipo y resiliencia. Un sueño compartido convierte el césped en un lenguaje universal donde cada sonrisa es un gol de paz.
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