Japón jugará este próximo uno de febrero su quinta final de la Copa Asiática desde 1992. Los Samuráis Azules batieron contra todo pronóstico a Irán, favorita del torneo por su estilo agresivo y por la calidad de sus jugadores. 

Lo hicieron, además, con solvencia, con firmeza y sin tapujos. Su rival saldrá del vencedor del partido entre Emiratos Árabes Unidos y Catar. 

Tras cinco partidos vencidos por la mínima, Japón enseñó, al fin, su garra. Y lo hizo en el mejor momento posible. En semifinales de la Copa Asiática y contra Irán, el rival más temido, una escuadra que, por juego y jugadores, se mereció el calificativo de favorita. 

El ímpetu nipón quedó evidenciado en el minuto 55, cuando Takumi Minamino, ajeno a su propia caída dentro del área, se levantó, persiguió el balón y, ante la indolencia de la defensa iraní, se inventó una asistencia a Yuya Osako, ariete del Werder Bremen. 

Alicaídos, los Príncipes de Persia cedieron un penalti tan sólo cuatro minutos después, una pena máxima que el mismo Osako se encargó de traducir en un gol que rubricaba la superioridad nipona. 

Ya en el tiempo de descuento, Genki Haraguchi, volante del Hannover, coronó la goleada y el pase a la final de esta decimoséptima edición de la Copa Asiática. Aviso a navegantes: Japón no ha perdido jamás una final continental.  

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