Desde la perforación de madera para hacer fuego en la montaña Wuzhi hasta la producción de álcali natural con la quema de artemisas en lo profundo del desierto, desde el arte del vidrio de Hsinchu, en Taiwan, hasta la bola de fuego de Yizhou, en Guangxi, desde Jingdezhen, donde el horno ha estado ardiendo durante miles de años, hasta Pingxi, donde los faroles celestiales ascienden cargados de bendiciones, bendiciones como las de la lámpara frente a Buda. El fuego es vida, es sabiduría, es un resplandor que, gracias a los herederos, nunca se extinguirá.