La etnia tibetana tiene una forma sui generis de preparar la pintura con la que cubre regularmente el palacio de Potala para su mantenimiento. Además de la cal y la leche, también añaden azúcar blanca, miel y azafrán, por lo que, una vez pintadas las paredes, las llaman las “murallas dulces”. Estos ingredientes no solo aumentan la viscosidad de la pintura para proteger mejor este patrimonio cultural mundial, sino que también agregan un sabor dulce y agradable a la vida de las personas.








